Una de cal y otra de arena. Esa parece ser la intención de la agenda macroeconómica europea en los últimos días. Cuando todavía no nos hemos recuperado del golpe que supuso la entrada en contracción de los principales PMI manufactureros de la eurozona, la confianza de los empresarios alemanes nos tiende una mano para levantarnos. Pero ojo, porque los datos utilizados para elaborarla fueron recogidos hace ya unos días. En cualquier caso, objetivamente, primer repunte de la confianza germana en siete meses. Es decir, buenas noticias.
Otro efecto que tenía la publicación de los mencionados indicadores de actividad era la entrada del bund alemán, en su plazo de 10 años, en terreno negativo. Que el BCE tiene mucho que ver en la distorsión de las rentabilidades de los bonos soberanos es evidente. Para todos menos para Benoît Cœuré, miembro del Comité Ejecutivo del banco. Para él, este movimiento responde más al exceso de ahorro de los consumidores que al propio programa. Tenga su parte de razón o no, dudamos que pagarle a Alemania porque “guarde” nuestro dinero favorezca que la gente lo saque del colchón.
En Londres, Theresa May no gana para disgustos. Si durante el fin de semana conseguía evitar un complot de su propio partido para sustituirla, ayer fue nada más ni nada menos que el ilustrísimo parlamento británico el que le arrebataba parte de sus competencias con respecto al brexit. Para simplificar, se abre la puerta a que sus señorías puedan debatir otros textos distintos al presentado por la primera ministra para que, de ser aprobados, esta presente a Bruselas. Incluso podría llegar a discutirse la celebración o no de un nuevo referéndum. Vamos, que otra vez a las puertas de la nueva fecha límite (12 de abril) existe la posibilidad de que suceda cualquier cosa.
Y en Estados Unidos, calma. Nuestro querido Donald habrá estado celebrando su no-colusión con Rusia para ganar las elecciones.
Buen día.
Llámanos 
