Es altamente posible que hoy, pase lo que finalmente pase, se produzca un terremoto en la política británica a cuenta de la votación del acuerdo de brexit conseguido por Theresa May.
Que se alcanza un sí para una salida ordenada, enfado del ala dura. Que no, al revés y un extra de incertidumbre. Que se queda en medio, peticiones del brexit is brexit o de repetir la votación. Veremos, porque ahora mismo lo único que es una verdad inmutable es que absolutamente nadie tiene ni la menor idea de lo que va a suceder esta tarde.
En lo que llega este paso (que no tiene mucha pinta de ser el último), el mercado tuvo ayer tiempo para valorar el impacto de otro de los factores de riesgo de este inicio de año: las tensiones comerciales. Terminó con la confirmación de que la industria europea está pagando cara una guerra que en teoría le debería ser ajena; claro que el continuo precipicio político que es la región hace mucho. Léase los presupuestos italianos e incluso los españoles, los chalecos amarillos franceses, la salida más o menos forzada de Merkel o la difusión del euroescepticismo, por nombrar algunos de los asuntos más relevantes.
Pero la sesión empezó con el gesto ya torcido al constatarse que el pulso que mantiene China con EE.UU. está siendo especialmente perjudicial para el primero. Ahí está el riesgo de ser la fábrica del mundo. Eso sí, ante unos datos de comercio nefastos (muy por debajo tanto las importaciones como las exportaciones), poco han tardado las autoridades en responder con estímulos fiscales ya confirmados y monetarios por hacerlo, pero preparados si se pone en duda el objetivo de crecimiento del Partido.
En otro orden, la temporada de resultados del cuarto trimestre de 2018 ha abierto con Citi solventando las dudas en ventas con beneficios más elevados de lo esperado. Queda ver si el agregado de las compañías es capaz de justificar con números la creencia de que el desplome de los últimos meses no está justificado desde un punto de vista microeconómico por lo menos.
Buen día.