Siempre insisto en que es mejor bajar impuestos con cargo a la reducción de los “michelines” del Estado (y no incluyo como “michelines” la educación, la sanidad, el transporte público, etc.) que fabricar billetes (QE). Pero ya que los políticos no están dispuestos a reducirse a la mitad o a vender las oficinas y ministerios donde tienen sus despachos en las mejores zonas de las ciudades españolas y trasladarse a las afueras (*), me quedo con el famoso: “a falta de pan…”.
El caso es que, tarde y a rastras –que no mal, como veremos más adelante– “habemus QE”. Y a inversores y ahorradores lo que debe importarles a partir de ahora no es el ruido tertuliano o mediático sobre si es bueno o malo, sino como sacar el máximo partido de sus ahorros e inversiones en este nuevo escenario financiero.
De poco serviría el QE sin bajadas verdaderas -que no “trileras” -de impuestos. Llega tan tarde que su efecto se habría limitado a los mercados financieros, lo cual nos habría venido muy bien a los que apostamos en su día por bonos y acciones europeas (ver “Un 5% relativamente seguro” o “La Hora de Europa II”), pero habría sido flor de un día. O más bien de unos meses. Si no hay transmisión de la política monetaria a empresas y consumidores, el efecto de un QE tan tardío sirve básicamente para impulsar subidas de precio en los activos financieros, porque por donde el QE pasa si o si es por los mercados. Los billetes que fabrica el BCE no van directamente a los bolsillos de los ciudadanos, sino que se utilizan para comprar bonos soberanos y corporativos… en el mercado. También llega a los bancos, pero si en el país no hay demanda de bienes y servicios, de nada sirve que los bancos tengan dinero para prestar, porque las empresas no piden dinero para ampliar su actividad si no hay aumento de la demanda.
Hay otro elemento que ayudará a que el QE funcione: la devaluación del euro. Una cosa es que caiga un 10% y otra muy distinta un 25%.
Pero el señor Draghi es un hombre de suerte. La bajada de impuestos que no han hecho los gobiernos, fundamental para complementar la inyección financiera, la ha hecho la OPEP. Europa se ha encontrado de repente en medio de la ofensiva de la OPEP para eliminar la competencia por el expeditivo método del dumping (**). Y en esta ocasión estar en medio del campo de batalla es una bendición. Porque uno de los motivos por lo que este QE puede funcionar es porque va acompañado del incremento de sueldo que supone para el “automovilista medio” que el petróleo haya caído un 68% desde sus máximos históricos. No todo se trasladará a los surtidores, pero si una parte importante. Y de forma gradual, es decir, que todavía no hemos visto las ventajas del “fuego cruzado”. Y a 40 euros por barril estamos hablando de un “aumento de sueldo” de, aproximadamente, un 4% anual.
Por otra parte, con un IPC negativo en el entorno del 0,5%/ 1%, hay que añadir ese porcentaje como incremento de poder adquisitivo –especialmente en España, país que lleva seis meses en deflación-, ya que lo que se ahorra en el surtidor queda disponible para otros gastos. Hablamos en consecuencia de que el aumento de sueldo en términos reales (nominal más mejora de poder adquisitivo) es del 4,5%/ 5%. Si a eso añadimos -en el caso español- la “rebajilla” impositiva –en medio del juego trilero algunos tramos de renta es cierto que pagan menos– tenemos un complemento adicional de “dinero en el bolsillo” que ayuda a la efectividad del QE en la economía real, lo que a su vez alarga su efecto en las bolsas, al no tratarse ya sólo de un tema puramente financiero.
Hay otro elemento que ayudará a que el QE funcione: la devaluación del euro. Una cosa es que caiga un 10% y otra muy distinta un 25%. Contábamos con ello (ver la segunda recomendación que hice en Julio en “Ideas de futuro frente a rentabilidades del pasado”), pero creo que los analistas todavía no acaban de creerse –ni incluir en sus valoraciones– que el euro va a empezar a ser realmente competitivo y el efecto que ello tiene sobre ese 30% que supone la exportación en el PIB de la eurozona.
Luego está la reducción de costes financieros. Imaginen que les rebajan los intereses de la hipoteca del 5% al 1%. Pues ahora imaginen que son una empresa en la que el 40% de sus recursos son préstamos. El reflejo en la cuenta de resultados es relativamente rápido (meses). Y muy significativo. Los tertulianos discuten sobre si el QE es bueno malo, sobre la mutualización de las posibles pérdidas o sobre si es bueno o no que la abuela fume, pero poca gente menciona que una parte importante del billón y pico de euros que va a inyectar el señor Draghi en el sistema va a ser mediante la compra de bonos corporativos. Una pasta. Así que, si gracias a la OPEP aumenta la demanda interna y por su lado la deflación incrementa el poder adquisitivo de los ciudadanos europeos, una empresa que ve como aumenta la demanda y bajan sus gastos financieros puede verse tentada a utilizar ese dinero para contratar gente, invertir en tecnología, plantas, equipos, o todo junto. Y ahí es donde se enciende el motor de la actividad económica.
Al final, ironías de la vida, la efectividad del QE va a venir de la mano de la OPEP y del propio retraso del BCE, que ha llevado al continente a un proceso deflacionista que aumenta el poder adquisitivo del “regalito” que nos han hecho los productores de petróleo. Que todas las ironías sean así.
Poca gente menciona que una parte importante del billón y pico de euros que va a inyectar el señor Draghi en el sistema va a ser mediante la compra de bonos corporativo
Cierto, el QE ya estaba parcialmente descontado en los precios. Lo que no creo que esté totalmente descontado es el efecto combinado del QE con una devaluación del euro que creo será superior a la esperada por la mayoría de los analistas, el bajo precio del petróleo – que pienso se mantendrá mucho tiempo en el entorno de los 50 dólares o incluso menos si la tecnología norteamericana sigue haciendo milagros – y una caída muy fuerte de los costes financieros para las empresas. En ese escenario hasta el empresario más conservador se puede llegar a plantear pedir un crédito si ve una oportunidad. Y tampoco creo que esté reflejado en los precios el efecto llamada que generará una bolsa alcista o el resultado que han tenido en los últimos años los fondos de renta fija.
¿Y cuándo comprar? Pues como siempre: aproveche la política. Serán cuestiones políticas las que generarán correcciones, sustos, miedo, etc. Llámese Ucrania, Grecia, temores preelectorales o cualquier error a los que nos tienen acostumbrados los políticos. Pero, al final, no acabo de ver a Marine Le Pen ganar por mayoría absoluta en Francia ni a Podemos en España. ¿Qué pueden entrar en gobiernos de coalición? Claro. Pero esos gobiernos no van a sacar a un país del Euro ni a declarar que no pagan la deuda, como proponen esos partidos. No me imagino al PSOE diciendo que por delicadeza a Podemos no va a pagar la deuda soberana (eso si no es el PP el que gobierna en coalición con un partido “normal”).
Tampoco acabo de ver a la derecha francesa aceptando la propuesta de Le Pen de salir del euro. En cuanto a Grecia, lo más probable es que este nuevo “deja vu” se arregle como siempre, con dinero, y, en el peor de los casos, con una salida del euro (“Grexit”). Sé que suena duro, pero cada vez más gente piensa que el tema ya es “cansino”, y que a estas alturas sería más un alivio que un problema, tanto para los griegos como para la Eurozona, aunque a corto plazo de para muchos titulares y bastantes – e interesantes – correcciones. Pero no lo olviden: al final, como como le dijo Clinton a uno de sus asesores en un mal día “¡It´s the economy,… stupid!”
¡Buen fin de semana!
(*) Lo de que no hay compradores para inmuebles de calidad es un cuento chino. De hecho, un chino ha comprado el edificio España en Madrid y, bromas aparte, cada mes se publica la compra de un edificio emblemático o “prime rate” (como los que tiene el Estado) por parte de algún inversor extranjero. Pero venden los que quieren vender, que de momento son los bancos, que tienen que presentar resultados a sus accionistas.
(**) Es lo que hace un oligopolio que controla la oferta de un producto: provoca una caída de precios – o no hace nada para evitar que caigan – para así eliminar a los competidores cuyos negocios dejan de ser rentables si el precio baja a determinados niveles. Por ejemplo: Arabia Saudita puede permitirse que el barril de petróleo baje a 20 dólares porque su coste de producción es mínimo. Una empresa norteamericana de “fracking” no.