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12/10/2013 AUTOR: Víctor Alvargonzález Jorissen Varios

Un 3% muy seguro

Normalmente, los españoles compramos lo que los bancos quieren que compremos. Tal es su monopolio del sistema financiero. Lo malo es que lo que le interesa vender al banco normalmente no coincide con lo que le interesa comprar al inversor.

Si el banco necesita captar pasivo, invertimos en depósitos. El ahorrador coloca su dinero muy ilusionado a un tipo atractivo (el ‘gancho’) y al cabo de un año le dicen que en lugar de al 4% le renuevan el depósito al 1,70% (y el año que viene menos, ya verán). Como alternativa, un asesor independiente, como el que firma este post, proponía en las mismas fechas comprar un bono sénior (el que nunca se deja de pagar porque si no el banco está acabado) del mismo banco -una de las más importantes entidades financieras españolas- que ofrecía en aquella época más de un 5% de rentabilidad (TIR). Y encima, esa rentabilidad -cupón- se mantenía durante cinco años (fecha de vencimiento del bono). ¡Fíjense que diferencia!: un 5% todos los años frente a un 4% el primero, el 1,7% el segundo y ya veremos si llegamos al 1% dentro de un año en el depósito. Más la plusvalía que ha conseguido el bono al bajar los tipos en el mercado. Y con liquidez diaria. Pero eso no se lo contó el banco al ahorrador. A Ud. le interesaba una rentabilidad atractiva y estable. Al banco captar pasivo. A eso se le llama conflicto de intereses.

El caso más sangrante de conflicto de intereses fueron las tristemente conocidas acciones preferentes. La caja de turno necesitaba mejorar su nivel de recursos propios «como sea». Ud. pensaba que compraba algo ‘preferente’, algo ‘especial’ que encima le ofrecía un alto interés durante muchos años. Habría sido mejor comprar acciones ‘normalitas’ de un banco decente y cobrar un dividendo un poquito más bajo (y que aún así hoy nos parecería hiperatractivo). Eso es lo que debería haber sugerido un asesor objetivo que cuidara los intereses del cliente. Y, además del dividendo, ahora el inversor tendría una estupenda plusvalía en lugar de una terrible minusvalía y un gran disgusto. Y así ad infinítum, porque el vendedor –el banco– es difícil que sea un buen asesor. El asesor tiene que trabajar para Ud., no para el banco. Tiene que ser objetivo y para eso tiene que ser independiente.

Este tipo de conflicto de intereses entidad financiera vs asesoramiento objetivo y enfocado al cliente se da todos los días. Y ahora mismo tenemos un caso llamativo.

Actualmente los bancos están enfocados en conseguir que no se les vayan los depósitos que van venciendo, y lo que hacen es tratar de ‘vincular’ al cliente con la entidad de diversas maneras, ofreciéndole, a cambio, entre un 2% y, como mucho, cerca del 3%, en un depósito, con la idea de establecer cierta forma de ‘vinculación’ -miren la letra pequeña– con la entidad. Y para acercarte al 3% o eres muy rico o tienes que vincular al banco hasta a tu abuela. Y ahí están, tomándose cafés con los clientes para tratar de colocarles el producto ‘combinado’ de turno. Por cierto: qué cosas no habrán vendido los bancos tomando café. ¡Son los cafés financieramente más arriesgados del mundo! Si el director de una sucursal te dice que te tomes un café con él, ya puedes ir preparando la cartera y avisando a tu asesor fiscal para que cuente con que vas a tener minusvalías para compensar plusvalías.

El caso es que mientras los bancos tratan de vincularte tomando café, las compañías de seguros, sin hacer ruido, casi con miedo escénico –son como el PP a la hora de vender–, compañías que de hecho pertenecen en muchos casos a grupos bancarios, tienen productos de ahorro empaquetados como seguro que te llegan a ofrecer, de entrada y para empezar, un 3% TAE semestral. En otras palabras: que a los seis meses te pagan el equivalente semestral de un 3% anual. Para obtener ese 3% o algo cercano a ese 3% en doce meses hay un importante inconveniente inicial, que es que tienes que mantener la inversión como mínimo un año, so pena de pagar una penalización que se sitúa como mínimo en el 1% y en algunos casos llega incluso al 2%. Es más, hay casos en los que ni puedes tocar el dinero durante dicho año. Pero, pasado ese año, todo son ventajas frente a un depósito bancario.

Para empezar, ni siquiera el inconveniente inicial es tan grave, porque si la intención es hacer un depósito a un año y el tipo de interés es atractivo, no es un problema tan grande. Es más, se pueden encontrar seguros de ahorro con una penalización del 1% que ofrecen un 3% anual, así que, incluso si se rescata, el neto podría rondar el 2% de rentabilidad, que no está mal. Pero en cualquier caso llegado el vencimiento anual, la liquidez es total. Pero eso no es lo atractivo del producto (aparte del 3% TAE de entrada, que está muy bien). Lo bueno viene después.

Primero: la renovación será con casi toda seguridad atractiva si se compara con la remuneración que se esté dando en ese momento en el mercado, sobre todo si bajan los tipos de interés. Así ha venido ocurriendo. ¿Por qué?  Pues porque la compañía de seguros ha ‘macheado’ (del inglés matching) la posición con otra de similar importe en un activo financiero que da un tipo fijo, por ejemplo deuda a diez años con un cupón superior al 4%. Como obviamente la compañía lo que le interesa es que te quedes y renueves, y cuenta con un margen considerable para remunerarte y ganar ellos dinero, las probabilidades de que lo que te ofrezcan al vencimiento sea atractivo son muy elevadas. Ciertamente, las compañías de seguros, como los bancos, tienen límites a los tipos que pueden ofrecer, pero aún así tienen margen de actuación.

Así que en el entorno del 3% el primer año, seguramente, no mucho menos el segundo, y encima a partir del primero tengo liquidez. Bien, pero, ¿y la seguridad de la inversión, que es el gran caballo de batalla de los bancos? (que si no fuera porque en España que no quiebre un banco es dogma de fe, esa seguridad sería muy relativa, como la capacidad del Fondo de Garantía de Depósitos). Las compañías de seguros no tienen Fondo de Garantía simplemente porque, al menos en este caso concreto, no lo necesitan.

El dinero del asegurado está en una partida intocable del balance –con el dinero de un depósito, un banco puede hacer más o menos lo que quiera– y si quiebra la compañía, el asegurado tiene prelación de pago incluso antes que Hacienda o la Seguridad Social, que ya es decir. Hombre, claro que hay que elegir bien la compañía –para eso estamos también los asesores independientes– y que tenga un balance saneado, pero ya ven lo que ha pasado con la cajas de ahorro, tan seguras ellas. Y, de hecho, si no fuera por el famoso dogma de fe –y muchos intereses políticos– más de una entidad debería haber quebrado, a cargo de su bolsillo y el mío. Pero, ¿cuántas compañías de seguros han tenido problemas durante esta crisis? E, insisto, ese 3% se puede conseguir en compañías muy solventes, incluidas multinacionales con solvencia y tamaño que dejan en pañales a las españolas.

Y no acaba ahí la cosa. Porque, en su ímpetu colocador, últimamente los bancos no hablan mucho de fiscalidad. En el ejemplo que comenté al inicio –los bonos sénior de los mejores bancos españoles–, resulta que, para más inri, es una inversión que también se podía hacer vía fondos de inversión que invirtieran en ese tipo de activos y con la beneficiosa fiscalidad de los fondos. Pues ya ven, eso tampoco lo contaban los bancos, ¡aunque dispusieran de esos fondos! La consigna era «captar pasivo como sea». Pues con esto pasa lo mismo. En un depósito los intereses te los abonan sí o sí al vencimiento y, ¡hala!, a pagar a Hacienda el veintitantos por ciento de esos intereses. En un seguro de ahorro se puede elegir cuándo pagas –si renuevas no afloran rendimientos– y, además, cuándo sacas dinero, se aplica el método FIFO (first in, first out), lo que significa que lo primero que detraes es el dinero que pusiste inicialmente, y ese no lleva rendimiento ‘adjunto’. Vamos, que el pago de impuestos se puede diferir, y pensemos que, tarde o temprano, los políticos van a tener que rascarse el bolsillo y bajar impuestos –especialmente cuando dentro de unos años tengamos cierto crecimiento económico– porque si no lo han no les va a votar ni el Tato.

Rentabilidad, fiscalidad, liquidez… Más de uno se preguntará: “¿Y por qué no se venden más estos productos? Habrá gato encerrado”. Lo hay, como en casi todos los productos financieros, pero es pequeño y no nos parece muy peligroso. En este caso sería que, pasados los seis meses iniciales, la compañía tiene la opción de renovar por debajo del 3%. Porque –ahí está la letra pequeña– la inversión es anual, pero la TAE es semestral. Yo no me preocuparía: no es nada habitual una actuación así y, sobre todo, sería bastante estúpido por parte de la compañía, que lo que está buscando es un ahorrador de medio/largo plazo. Sobre todo porque ¿para qué enfadar al cliente a los seis meses y que pasado el año completo no renueve, si tienes el tipo de interés ‘macheado’ con un activo a un tipo claramente superior al 3%? Por eso ni suele ocurrir.

Lo que ocurre realmente es que en España el que está encerrado no es el gato, es el producto de banca seguro, que es como se conoce en el sector. Si van Uds. a Francia, Holanda o al Reino Unido verán la cantidad de “gatos” libres y contentos que van por la calle. También influye la baja cultura financiera de nuestro país –no es que seamos más brutos, es que el monopolio bancario genera baja cultura financiera-, pero, sobre todo, lo que pasa es que a la banca por el momento no le ha interesado vender el producto. ¡Anda que no eran complicadas las preferentes, las subordinadas, los fondos garantizados o los productos estructurados! Pero se vendieron como churros, porque es lo que se vendía tomando un café con el director de la sucursal. Pero, por si acaso, siga ese maravilloso eslogan de los setenta: Busque, compare y, si encuentra algo mejor, cómprelo.

¡Buen fin de semana!

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