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10/12/2012 AUTOR: Varios

Regularice, sí, pero rentabilice

Sin ser yo fiscalista, me da la sensación de que la regularización fiscal es probablemente una oportunidad única para sacar a la luz esos “Bin Laden” (*) que tienen algunos afortunados que no viven de una nómina. O esas cuentas en paraísos fiscales que en no demasiado tiempo dejarán de serlo.

Y creo que, probablemente, es una oportunidad única porque los gobiernos no la “pifian” hasta la médula tan a menudo como para tener que mirar hacia otro lado y taparse la nariz en temas de impuestos con tal de salir del atolladero. Y aclaro que, con lo de “pifiarla” me refiero al Gobierno anterior, que es el que con su falta de previsión nos llevó a esta situación, no a éste. Pero lo importante es que oportunidades así no se dan a menudo. La última vez que hubo algo parecido a una amnistía fiscal yo todavía era un estudiante de Económicas que acababa la carrera y Carlos Solchaga era ministro de Economía. O sea que, imagínense lo que habrá que esperar para que surja otro hueco como éste.

Pero Dios me libre de entrar en un terreno como el fiscal, que no es el mío, y mucho menos en juzgar lo ético de esta medida, que, por otra parte, no creo que el Gobierno haya tomado a gusto. No, lo mío es el asesoramiento financiero y mi misión es ayudar a que los inversores que regularicen ahora su situación con el fisco no estropeen una buena operación fiscal con una mala operación financiera. Así que, ahí van una serie de consejos que a buen seguro aprovecharán.

Cuidadín con el “asesoramiento” bancario

Llevo años diciendo que un banco no es un asesor. Un banco es un vendedor que, como cualquier otro vendedor, vende aquello que le interesa -como es lógico-, pero que no siempre coincide con lo que le interesa al cliente. Un banco es una fábrica de productos financieros, no un asesor financiero, aunque digan lo contrario. El tiempo me ha dado desgraciadamente la razón, pues el libre albedrío que han concedido las autoridades a la banca ha llevado al sector a no cortarse un pelo y mostrar su más fea cara de puro colocador. Y ni el comentarista de blogs más defensor de la banca y de las cajas me podrá discutir que con las acciones preferentes, los bonos subordinados, los convertibles, los Lehman y los Madoff han demostrado ellos solitos -los bancos- que tengo razón. Un asesor, para serlo del cliente, tiene que ser independiente, es decir, no puede tener producto propio que le deje más comisión que el de un tercero. Así de simple. En consecuencia, y aunque reconozco que es barrer para casa, lo digo porque lo pienso y, además, porque ha quedado demostrado: si quiere consejo vaya a ver a un asesor financiero independiente o pregúntele a un amigo que conozca el mundo financiero, o simplemente no se complique la vida y deposite el dinero a plazo fijo en una entidad solvente -aunque eso ya les diré luego por qué no es tan buena idea-, pero nunca, repito, nunca, pida asesoramiento en el banco. Le van a colocar lo que tengan entre sus objetivos de colocación en ese momento. Puede salir bien, claro. El problema muchas veces no es lo que ofrecen, si no a quién se lo ofrecen y qué tipo de información le dan.

Nadie se ha hecho rico “invirtiendo” en depósitos

Aparte de que la frase que encabeza este epígrafe es absolutamente cierta, pongamos que usted ya se considera lo suficientemente rico y no quiere correr riesgos. Muy respetable, por supuesto. Pues me apuesto algo con usted a que ese depósito que ahora es tan atractivo no se lo parecerá tanto dentro de un año cuando tenga que renovarlo. El tiempo también me ha dado la razón en que ha habido inversiones conservadoras que han resultado mucho más rentables que los depósitos en los últimos años -sugiero lea un artículo reciente titulado “¡Qué error, qué inmenso error!”, pero es que, además, ahora no sólo es que haya alternativas más rentables y de alta seguridad y liquidez. Es que hay dos novedades fundamentales. Primero, que la banca va a recibir dinero fresco de los contribuyentes europeos -nosotros incluidos, por supuesto-. Ya no van a tener que pagar tanto por conseguir liquidez. Segundo, porque aunque sea tarde, mal y a rastras, seguramente los gobiernos europeos acabarán arreglando el desaguisado que generaron sus respectivos gobiernos en las economías de la periferia europea. Y según bajen las rentabilidades de los bonos, bajará la remuneración de los depósitos, ¿o es que alguien pensaba que ese dinero que se captaba al 4% era para dar créditos? ¡Angelitos! Ese dinero se coloca en bonos a diez años para sacarle 150 puntos básicos -o más– y de paso quedar bien con el gobierno, que a ver si no cómo iba a colocar toda esa deuda. Y si baja la prima de riesgo veremos cómo baja la remuneración de los depósitos. Aunque, en mi opinión, el Gobierno ha cometido un grave error de cara al crecimiento futuro, dejando caer todo el peso del esfuerzo en los ciudadanos y no en el Estado, también es cierto que aunque sea a base de cargarse las clases medias del país -en lugar de cargarse el Senado, por poner un ejemplo–, tienen muchas probabilidades de presentar ante la UE unos deberes de aprobadillo y conseguir la ayuda de “papá” BCE, que es el que tiene de verdad la llave -y la pasta- para hacer que se abarate la financiación del Estado, es decir, que bajen los tipos de interés de la deuda.

Resumiendo: invierta en productos que le aseguren una rentabilidad a medio plazo, no que tenga que renovarlos cada año y se encuentre con la sorpresa de que le ofrecen una rentabilidad menor. Y de la inflación ni se preocupe. Si está todavía relativamente alta es fruto de la subida del IVA y de los carburantes y del manejo -por no decir algo peor- que se permite en España a los intermediarios y distribuidores de productos básicos. Pero, a la larga, en España lo que tienen que hacer los precios es bajar, no subir. Es pura ley de oferta y demanda: no se pueden subir los precios cuando la demanda es tan débil porque todo el mundo está pasándolas canutas. Y si no, al tiempo.

Pero a lo mejor le interesa ganar dinero …

Hemos hablado del perfil del inversor conservador, el que valora la preservación del capital por encima de todo, y ya hemos dicho que hay alternativas mucho mejores que colocar el dinero en depósitos bancarios. Pero siendo este perfil muy respetable, también hay gente a la que le gusta ganar dinero, lo cual es igual de respetable.

Aquí, en España, cuando le dices a alguien que tu especialidad son los fondos de inversión -ojo, que no lo único que recomendamos- te ponen cara de pena, como si quisieran decirte: “Lo siento tío, vaya añito”. ¿Añito? ¡Firmo ahora mismo porque todos sean así! Si aquí lo único que ha ido verdaderamente mal es la renta variable española, nuestros bonos y los de algún otro “periférico”. ¡Pero si el Dax supera el 24% de rentabilidad en lo que va de año, el Eurostoxx está cerca del 10%, el S&P 500 sube un 12%, … etc.! Y, por si esto fuera poco, los fondos de renta fija privada se mueven entre rentabilidades del 6%, los más tranquilos, al 12% -o más- los de menor calidad crediticia. Si va a regularizar, quiere ganar dinero y está dispuesto a asumir riesgos, el año que viene va a haber oportunidades para ganarlo. A lo mejor, incluso en la propia bolsa española. Ah, pero todo ello sin olvidar las dos reglas de Warren Buffett. Primera: lo más importante en los mercados es no perder dinero. Segunda: no olvidar nunca la primera. Yo, en el caso de un inversor agresivo, diría “no perder mucho dinero”, porque algún pelo tendrás que dejarte ocasionalmente en la gatera si quieres obtener grandes beneficios. Pero la filosofía que subyace es que su asesor -o usted mismo si no trabaja con un asesor- deben saber retirarse a tiempo si la situación se complica.

Al final, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Es cierto que, entre la banca, y lo poco que se cuida a sí misma la industria de la inversión colectiva, que teniendo resultados excelentes en sus productos (fondos de inversión, etc.) han pasado desapercibidos. Si ha tenido la suerte de que el Estado esté hasta el cuello de deudas, acabo este “post” con el mismo consejo que le daba al principio: no estropee una gran oportunidad fiscal con una mala inversión. ¡Feliz puente!

(*) Billetes de 500 euros. Se les llamaba así porque eran como Bin Laden: todo el mundo sabía que existía, pero nadie lo había visto.

 

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