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30/09/2013 AUTOR: Varios

¿Quién se ha llevado mi pensión?

Con lo de las pensiones estamos como con el queso del famoso libro. Y la mayor enseñanza que se extrae del mismo es que de nada sirve quejarse: hay que actuar. Hay que empezar a buscar desde ya nuevas y ricas provisiones de queso, porque cada día que pasa está más claro que, en caso contrario, nos jubilaremos con una pensión menor que la de quienes nos precedieron

¿Cuál es el problema? Para empezar, a partir de ahora nuestras pensiones se van a “indiciar” a “la evolución de la economía española”. Aplicando el mejor método de análisis, que no es otro que el puro sentido común, se le ocurren a uno varias cosas, todas ellas inquietantes. Empezando por cómo va a evolucionar la economía española durante los próximos diez años. Quiero mantener la esperanza de que, a lo mejor, dentro de cinco o seis años habremos encontrado un modelo de negocio para sustituir al Monopoly –que era el anterior– y que los poderes públicos en algún momento decidirán apoyar a empresarios y empresas. Que las reformas calen y nos hagan más competitivos, que se vayan solucionando nuestros problemas financieros o incluso que algún día llegue un estadista que se dé cuenta que es mejor tener menos políticos y pagar menos impuestos. Y que todo ello nos permita crecer.

Desgraciadamente tengo más claro todavía que, hasta que todo eso ocurra, pasarán muchos años en los que el crecimiento de la economía española será muy bajo. Por ejemplo: las reformas que implementó Margaret Thatcher en el Reino Unido tardaron la friolera de tres años en notarse en el mercado de trabajo. Además, estoy asumiendo que nuestros políticos van a apoyar el tejido productivo del país, a empresarios, emprendedores y trabajadores en general, lo cual, viendo lo que tenemos delante –y peor todavía lo que podríamos tener– es ser pero que muy optimista. Y desgraciadamente son las empresas quienes crean puestos de trabajo. Si añadimos el fervor impositivo que caracteriza a nuestros gobernantes, tenemos garantizado un crecimiento más bien normalito para los próximos cinco años a diez años, en el mejor de los casos.

Y no acaba ahí la cosa: la gestión de la famosa “hucha” de las pensiones es realmente una ‘no gestión’, porque básicamente está todo invertido en deuda pública española a vencimiento. Esto significa que mientras la prima de riesgo de nuestro país sea elevada, la deuda española –que nosotros de hecho recomendamos activamente desde el día 5 de enero de este año (vean Feliz año nuevo )– será una buena alternativa de inversión en renta fija. Paga más intereses que otros países de nuestro entorno, vaya. Pero, afortunadamente, si algo está mejorando es que, gracias al esfuerzo del sufrido contribuyente español –que no del Estado–, la credibilidad crediticia de España está mejorando, de ahí que baje la prima de riesgo. En otras palabras: si los españoles pagamos elevados impuestos, recibimos menos pensiones o pagamos más a la Seguridad Social es precisamente para equilibrar las cuentas del Estado –irónico que sean las administraciones quienes menos lo sufren– y que baje la prima de riesgo. O sea, que la hucha de las pensiones, invertida al 100% en deuda pública española, irá rindiendo menos intereses en los próximos años. Y más en un entorno de bajo crecimiento y baja inflación en toda Europa (ver La hora de Europa I ).

Resumiendo: respecto a “indiciarnos” a los tipos de interés de la deuda, su evolución será previsiblemente a la baja y en lo que respecta a la economía española, sea como sea la forma que se establezca para indiciarnos a ella, no esperemos maravillas a medio plazo. Entonces, ¿qué hacemos?

Una solución sería que realmente se gestionara –obviamente de forma conservadora– al menos una parte de la hucha de las pensiones. Si cogemos no ya el primer cuartil (los de mejor resultado histórico) de la clasificación de los fondos de inversión conservadores que invierten en renta fija global, sino el segundo, para no ser demasiado exigentes en la comparación, y son fondos que combinan deuda pública con privada de alta calidad crediticia, en el largo plazo baten la rentabilidad que genera la gestión pasiva en deuda pública española que ha realizado el Estado, especialmente si son de gestoras internacionales. Y si cogemos el primer cuartil, los número uno, la diferencia es todavía mayor, como es lógico. Y si miramos hacia las bolsas con una visión de largo plazo y no sólo a estos años de crisis, la renta variable siempre ha batido a los bonos, así que un poco de renta variable daría un ‘plus’ de rentabilidad a largo plazo sin asumir por ello un gran riesgo patrimonial.

El problema es que, en primer lugar, si es el Estado quien va a realizar una gestión activa, y visto cómo han gestionado los políticos un banco –las cajas– “virgencita que me quede como estoy”, como en el chiste. Otra opción sería que el Estado cediera una parte de esa gestión a gestoras internacionales de primer orden, pero eso tampoco va a ocurrir. Dudo que el PP tome una medida así, dado el miedo visceral que tienen a que les acusen de ser de derechas, y en el PSOE es que ya ni se lo plantean. Imagínense: ¡un partido de izquierdas subcontratando la gestión de la hucha de las pensiones a los malvados gestores internacionales de fondos! «No way«, como dirían los anglosajones. Y es cierto: se lo plantearon. Pero abandonaron rápidamente la idea. Y es triste, porque con los datos en la mano se puede afirmar que una gestión activa simplemente razonable mejoraría la rentabilidad de la hucha y, en consecuencia, de nuestra pensión futura.

Pero aquí queremos ser como los ratones espabilados del libro y no dedicar mucho tiempo a lamentarnos. ¿Se están llevando nuestro queso? Pues vamos a buscar una alternativa, que obviamente tiene que ir por el lado de complementar la pensión pública con algún tipo de pensión privada.

En primer lugar, puestos a “indiciarme” a una economía y si me quedan muchos años para jubilarme, ¿por qué no indiciarme a la economía china, a las de otros mercados emergentes o a la de Estados Unidos, en lugar de a la española? A una de ellas o a todas a la vez. Todas ellas van a crecer más que la nuestra durante los próximos diez o quince años. Es perfectamente factible hacerlo. Basta invertir en un fondo de pensiones privado formado a su vez por fondos de inversión que inviertan en las bolsas de esos países y listo. El resultado de este tipo de fondos de fondos está siendo mucho mejor que el de la media de los fondos de pensiones españoles de renta variable. Y siguen siendo fondos de pensiones, así que mantienen las ventajas fiscales de este producto, que es su mayor aliciente. Otra opción es invertir en los –pocos– buenos fondos de pensiones privados españoles, pero para eso es imprescindible contar con un buen asesoramiento, pues no se puede cometer un error en la elección de algo tan importante.

Por otra parte, como sabemos que lo que aportamos de forma obligada a la hucha común va a estar en deuda pública española –que quitando épocas en los que la dirección del país cae en un incompetente suele ser una inversión muy segura- podemos arriesgar –y seguramente ganar más- en la parte que dediquemos a la pensión privada. Miren la evolución del Dow Jones durante los últimos 20 años, crisis incluida, y díganme si no habría sido más rentable que tenerlo todo en deuda pública española. Y no les quiero decir si se fijan en el índice MSCI de Mercados Emergentes.

Sería mejor que todo eso lo hiciera el Estado y no tuviéramos que hacerlo nosotros, pero eso no va a ocurrir. Ni tampoco se vayan a hacer el hara kiri y reducir el tamaño de las administraciones y el número de políticos a la mitad, lo cual permitiría que el recorte de las pensiones fuera menor. Eso tampoco va a ocurrir, desgraciadamente. Así que toca coger pico y pala y empezar a buscar queso. Esa es la mala noticia. La buena es que queso, haberlo, haylo.

 

 

 

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