La mayoría de los seres vivos tiene la capacidad de regenerarse, de sustituir tejidos y células enfermas por células sanas, de curar sus heridas. La pregunta es: ¿puede ocurrir lo mismo con la democracia? Y, si puede, ¿su enfermedad actual es un cáncer terminal o tiene cura?
La pregunta no solo es importante en términos políticos. Lo es, y mucho, en términos económicos y financieros. Los tumores de la democracia son los que permitieron, por ejemplo, la creación de la burbuja inmobiliaria española. Porque, ¿no habría bastado una “recomendación” del Banco de España –o una ley del gobierno– prohibiendo la concesión de créditos hipotecarios para lo que no fuera vivienda habitual, o al menos limitarlos a un porcentaje razonable en el caso de segunda vivienda y, desde luego, prohibirlos a partir de la tercera? Así, miles de españoles se habrían abstenido de convertirse en promotores inmobiliarios aficionados. Y ese mismo Banco de España, ¿no podría haber establecido límites estrictos al riesgo promotor, especialmente en las cajas de ahorros? Por supuesto que sí. ¿Y de quién dependía, señores, el Banco de España? Pues del ministro de Economía, es decir: de un político.
Habría mil ejemplos más de hasta qué punto los que dirigen el país tienen influencia en lo que pasa en él y en su economía –como es obvio–, pero son eso, ejemplos, que propongo para ayudarnos a centrarnos en lo principal: la democracia, especialmente las de ciertos países, y con nosotros en los puestos de cabeza, está enferma. Y esto afecta a todo, inversiones incluidas. Además, “reality bites” (la realidad muerde), así que, cuanto más miremos hacia otro lado, peor. En todos los niveles del Estado hay corrupción y derroche o mala asignación de recursos públicos. Un país corrupto, caro y dirigido por políticos mediocres es literalmente imposible que progrese económicamente, porque ellos, los políticos, tienen el BOE (Boletín General del Estado). Son los que mandan. Y si los que llevan el barco son lo peor de cada casa, el barco no llegará a ninguna parte.
Y se preguntará más de un inversor que esté leyendo esto, ¿qué narices tiene eso que ver con mis inversiones? Pues mucho. Y tanto a corto como a medio y largo plazo. Para empezar, en mi modesta opinión, lo único que impide despegar en serio y de forma consistente a la economía mundial es el lastre europeo. Y si hablamos de la economía financiera, los mercados, no es ya cuestión de opinión. Es un hecho que por cada caída motivada por problemas norteamericanos (fiscal cliff, etc.) o de países emergentes, hay veinte que se generan por europeos. Por problemas económicos, o más bien de confianza, generados por políticos que no generan confianza. Y este lastre también se nota en la economía real. Si eres directivo de una multinacional te lo piensas dos veces antes de inaugurar una nueva planta, si existe la más mínima la posibilidad de que implosione una de las más importantes economías del globo, la de la zona euro.
Ahora mismo, cuando parecía que Europa entraba en el camino que le permitiría empezar a recuperar la confianza de los mercados ¡zas!: elecciones italianas y batacazo bursátil. Y de nuevo, las dudas. Otra vez a empezar. Por eso uno piensa: no estaría mal que junto con la solución de los problemas de credibilidad fiscal, aprovecháramos la ocasión para limpiar el patio político. Yo, en su día hice mi pequeña aportación y partía de una propuesta desde el poder (pueden verla en el post “Doble pena, doble paga”, o en “Manifiesto”), unido todo ello a un cambio constitucional que garantizara de una vez por todas la independencia del poder judicial. Y, obviamente, un cambio de la ley electoral. Porque los políticos saben que a base de recurrir acaban dando con un compañero en la instancia que les juzga. Por eso, ninguno pisa la cárcel. Y las listas cerradas impiden la meritocracia. Lo que decía en “Doble pena, doble paga” y en “Manifiesto”, más esto último, era mi modesta aportación, pero viendo lo que está pasando en Italia, la democracia enferma por excelencia, me pregunto: ¿y si la democracia es un sistema vivo capaz de regenerarse por sí solo?
Resulta que en Italia surge un movimiento llamado “Cinco Estrellas”, y hasta ahora yo lo veía como un grupo de desequilibrados antisistema, porque eso es lo que nos cuentan los medios de comunicación. Pero, por si acaso, decidí leerme su programa. Parte de él es efectivamente desequilibrado e impracticable, pero una gran parte del mismo dice cosas tan sabias como estas:
Hay más. Incluida una actitud inmisericorde con la corrupción. También hay puntos que no firmaría bajo ningún concepto, como la actitud antieuro y antisistema, que los hay en el programa, pero la cuestión es: ¿a lo mejor no está mal tener un Pepito Grillo sobre el hombro de los políticos que gobiernan, que les tire de la oreja en temas como los puntos anteriores? Fíjense: el principal acicate que tienen los políticos italianos para formar gobierno ahora mismo –lo que sería más deseable para los mercados– es que, si no lo hacen, probablemente unas segundas elecciones las ganaría el movimiento Cinco Estrellas. Bueno, Berlusconi también tiene un par de buenas razones adicionales –judiciales– para refugiarse en el poder.
En otras palabras: el espectacular resultado del movimiento Cinco Estrellas les está mandando un mensaje a los políticos: o te regeneras o te regenero. Poniéndote en la calle. No me gustaría ver a alguien como Beppe Grillo gobernando Italia. Una cosa es tener un vigilante y otra caer en la opera buffa. Y menos como inversor. Pero si su recién adquirido poder sirve para que los partidos políticos empiecen a darse cuenta de que no hay salida, de que o limpian su casa o les desaucian, a lo mejor estamos asistiendo al primer paso de la autorregeneración democrática europea. A lo mejor. A lo peor estamos asistiendo al principio del fin de la eurozona.
Yo, de momento, soy optimista: ni creo que los italianos quieran salir del euro, ni que quieran abandonar la eurozona en un camino a ninguna parte, ni tampoco la democracia. Yo creo que han querido protestar y, de paso, ya que la judicatura no sirve, han querido poner un movimiento ciudadano a vigilar a los políticos. Peligroso experimento, pero a lo mejor vale la pena darle una oportunidad a la democracia de autorregenerarse. Porque si esperamos que esa regeneración venga de los partidos tradicionales y de las jefaturas del Estado o del poder judicial, me temo que podemos esperar sentados. Y si no hay regeneración, si no hay limpieza a fondo, si la autorregeneración da muestras de poder acabar en caos, entonces va a haber que plantearse seriamente un ajuste en la estrategia de inversión y volver al modo “cero Europa” de años anteriores. Qué triste, ¿no?
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