En época de Felipe González, había un ministro al cual, vaya Ud. a saber por qué, le colgaron el sambenito de que no era muy listo. A lo mejor porque era un tipo honrado, que de eso puedo dar fe, y en esta querida España nuestra muchas veces se considera sinónimo de tonto. El caso es que empezaron a hacerse chistes como los de Lepe en los que él era el protagonista.
Había uno en el que alguien le llamaba por teléfono y le preguntaba qué tiempo hacía, y él se supone que respondía: “ni frío, ni calor: cero grados”. Pues eso es lo que deben pensar en materia de estabilidad de precios desde el Sr. Rajoy hasta los responsables (sic) de política económica europea –genial la última del Sr. Olli Rehn–, pasando por la Sra. Merkel. Porque aquí, en España, ha salido un dato sobre inflación del sector servicios del 0% y ni se han inmutado. Vamos, como si vas a salir a la calle y te dicen que hay cero grados y sales con una camisa por toda vestimenta porque consideras que no hace ni frío ni calor. Y como bien saben los economistas, en una economía desarrollada, el mayor peso lo tiene el sector servicios, especialmente en la nuestra, que incluye turismo y hostelería, por poner un ejemplo. Dicho de otra manera: no es que en la economía española no haga ni frío ni calor en materia de precios: es que está a punto de congelarse. Por si esto fuera poco, el IPC del mes pasado era negativo.
Mario Drahi se ha vestido de Supermario y ha dicho que hasta aquí hemos llegado, que ni la desinflación ni mucho menos la deflación son estabilidadPero es que, si miramos a la Eurozona, la situación es muy parecida. El último IPC –0,7%– es menor que el del propio Japón, paradigma de la desinflación crónica, y diversos índices de precios de países vecinos que no son ni tan distintos ni tan distantes, como es el caso de Suecia, dan tasas negativas. Y en el Reino Unido. Echarle toda la culpa al BCE –que tienen, y mucha– no sería justo.
El Sr. Draghi, que sí que ve el peligro, pero llega tarde, mal y a rastras por culpa de Alemania, se ha puesto al Bundesbank por montera, se ha vestido de Supermario y ha dicho que hasta aquí hemos llegado, que ni la desinflación ni mucho menos la deflación son estabilidad y que a él le han contratado para luchar contra la inestabilidad de precios, venga de donde venga.
Pero poco va a poder hacer él solo. La deflación surge como consecuencia del estancamiento económico y la recesión. La política restrictiva y tremendamente equivocada que ha practicado el BCE, especialmente en época de Trichet, es echar leña al fuego en lugar de agua, pero el fuego en sí mismo se inicia con la desaceleración y la destrucción de la demanda interna.
El mix español es, desgraciadamente, el paradigma de esta situación. Y es letal: a un nivel de impuestos absolutamente confiscatorio, que contrae el consumo, se unen bajadas de salarios que aportan su granito de arena a la diminución de la demanda interna. Añádase un número de parados similar al de la Gran Depresión que sufrió Norteamérica en los años treinta, agítese todo y ya verán cómo se quedan los grandes almacenes, los restaurantes o las agencias de viaje: vacíos. Y, si una vez mezclado todo esto, añadimos la bajada del precio de las materias primas y la fortaleza del euro, elementos desinflacionistas por naturaleza, tenemos un cóctel que, una vez bebido, tiene un efecto clarísimo: desinflación y muy probablemente deflación, al menos durante un cierto periodo. En ese contexto, de poco va a servir lo que haga el Sr. Draghi, que encima, muy a su pesar, llega tarde.
Pero no quiero dedicar este post al «yo ya lo dije» –aunque lo dije hace ya dos años enLa ‘japonetización’ de la economía global– ni voy a dar recetas de política económica. No se preocupen. Lo que voy a hacer es darles una serie de consejos prácticos no sólo sobre cómo defenderse de este fenómeno si son ahorradores o rentistas –que les afecta, y mucho–, sino también cómo aprovecharlo como inversores, puesto que no hay escenarios malos para invertir, lo que hay son productos adecuados para rentabilizarlos y productos –o activos– que no lo son.
Si un 1,70% le pareció poco, prepárese (para la próxima renovación del depósito)
Empezamos por los depósitos por ser el instrumento financiero preferido por los españoles y, por cierto, uno de los mayores errores que han cometido los ahorradores en los últimos años (si quieren saber a qué me refiero les sugiero lean Qué error, qué inmenso error), aunque en gran parte ha sido por culpa del interesadamente asesoramiento bancario.
El caso es que, recientemente, cuando Juan Ahorrador fue a renovar ese depósito al 4% con el que estaba encantado, casi se cae de espaldas cuando le dijeron que ahora del 4% nada, que ahora le ofrecían un 1,70% o, como mucho, y si era muy buen cliente –o firmaba mucha letra pequeña (cuidadín)– , un 2%. Bueno, pues que vaya mentalizándose. Cuando Juan Ahorrador vuelva dentro de doce meses, el banco le va a decir que le dan un 1%, y eso con suerte.
Es fácil de predecir: si sigue bajando el Euribor y encima hemos pasado de que hubiera 50 entidades financieras –si es que las cajas eran dignas de ese nombre– a que haya sólo siete, que además ya no tienen por qué regalar dinero en forma de extratipos, porque son un oligopolio (un amigo mío dice que van a volver las famosas comidas de los presidentes, como hacían antiguamente y con todo descaro para repartirse el negocio y para no perjudicarse), y si la remuneración histórica de los depósitos es de Euribor más un diferencial ‘razonable’ que deje margen al banco, imagínense cómo van a remunerar los depósitos cuando el Euribor esté, por ejemplo, al 0,30% o menos.
Alguien me dijo que si consigues ahora un 2% en un banco, la rentabilidad real (nominal menos inflación) con una inflación por debajo del 1% no está mal. Mi respuesta es que mejor un 4% que además se mantenga en el tiempo que dure el proceso desinflacionista (lo que ofrece, por ejemplo, la deuda pública a diez años, que además puedo vender cuando quiera) o un seguro de ahorro al 3% (Vean cómo en Un 5% relativamente seguro y Un 3% muy seguro).
Asegúrense una rentabilidad fija que les permita mantener su nivel de rentas cuando las remuneraciones de los depósitos sigan bajando. Y que sea en productos líquidosMi consejo es que consulten con su asesor para que, de cara a los próximos dos años, se aseguren una rentabilidad fija que les permita mantener su nivel de rentas cuando las remuneraciones de los depósitos sigan bajando. Y que sea en productos líquidos (que se puedan vender en cualquier momento), porque –y esa es la buena noticia– yo creo desde hace mucho (dos años) que hay un riesgo real de deflación –en desinflación ya estamos–, pero, en cambio, por el momento no pienso que vaya a ser crónica, como en Japón, sino temporal (por motivos que explicaré en otra ocasión), así que ese producto de renta fija que compremos hoy habrá que venderlo cuando cambie la situación y se detenga o revierta el proceso desinflacionista.
Por cierto, un inciso: leo a gente que dice que no hay problema con la deflación porque bajan las hipotecas, baja el precio de bienes y servicios, todo me sale más barato, etc. Le daré tres razones para cambiar de opinión. Primera, que se lo pregunten a los japoneses, que viven desesperados por salir de ese círculo vicioso desde hace dos décadas. Segunda, porque la deflación estanca la economía o la mantiene en recesión, y eso no es bueno para nadie. Tercera, porque, al contrario que la inflación, no se conoce vacuna para curar la deflación.
La vacuna o los antibióticos antiinflacionistas tienen efectos secundarios indeseables, pero está comprobado que funcionan. De la deflación sólo se ha salido por causas exógenas al control de las autoridades monetarias, como en el caso de Estados Unidos tras la Gran Depresión: si no es por la Segunda Guerra Mundial, que dinamizó la producción industrial y mandó a los parados al frente de batalla, a saber cómo habrían salido de aquella. Por eso, a los buenos economistas como Bernanke o Yellen les preocupa mucho la deflación y a los que no saben, no les da “ni frío ni calor”.
Es una oportunidad de inversión
Primero, obviamente, en renta fija, en bonos. No me voy a extender, pero si compras un bono que da un 4% y siguen bajando inflación y tipos, no sólo tienes una buena rentabilidad: es que también tienes una plusvalía porque tu bono se revaloriza en el mercado (un 14% hasta hoy entre cupón y plusvalía para quien compró un bono del Estado en enero de este año, tal y como recomendamos desde esta casa). Ahora no será tanto, pero un 5% o incluso un 6% sí que se puede obtener si se materializa el escenario deflacionista.
A corto plazo tenemos un escenario estupendo, tanto para determinados tipos de renta fija como para ciertos mercados bursátilesY es también una oportunidad para invertir en renta variable. A medio y largo plazo, el escenario desinflacionista no es bueno para las bolsas, porque va acompañado de crecimiento cero o negativo para la economía; pero, a corto, lo que ocurre es que los bancos centrales se ponen nerviosos y tratan de estimular la economía inundando el mercado de dinero, y a los mercados nada les gusta más que el dinero barato y en abundancia.
Ejemplos recientes los tenemos en la fuerte subida que ha tenido la bolsa norteamericana en los últimos años, generada especialmente por el famoso Quantitative Easing y tipos de interés oficiales a cero. O el caso japonés, cuya bolsa se aproxima al 40% de plusvalía anual desde que anunciaron que iban a doblar la base monetaria. Y el BCE, sin llegar a esos extremos, porque es cicatero por naturaleza, pero tendrá que actuar. Y mucho. Porque de bajar impuestos, ayudar a las empresas, fomentar el empleo o gastar menos –ellos–, a los políticos ni les hables.
Así que a corto plazo tenemos un escenario estupendo, tanto para determinados tipos de renta fija como para ciertos mercados bursátiles, y encima todo ello se puede aprovechar vía fondos de inversión, que tienen un mejor tratamiento fiscal en el caso de inversores particulares.
Como ciudadanos seguiremos sufriendo la mediocridad de nuestros recaudadores –perdón, gobernantes–, pero podemos compensarlo como inversores. Literalmente. Podemos rentabilizar sus errores. No desaproveche la ocasión. No se dan muchas como esta.
¡¡Buen fin de semana!!