En la mayoría de los casos, el marco de referencia de los inversores se basa en sus experiencias más recientes. Esto puede hacer que olviden fácilmente sus antiguas creencias, especialmente cuando las más fundamentales se han visto profundamente cuestionadas. Lo anterior puede propiciar un entorno de «pérdida de perspectiva» en los mercados financieros, una situación en que las personas pierden la percepción de la valoración de un activo como consecuencia de haber vivido algo que anteriormente consideraban poco probable. En este tipo de situación, es más difícil mantener la confianza en las convicciones en que se fundamenta el raciocinio económico.
Si los mercados «pierden la perspectiva», los precios pueden comportarse de cualquier manera, tal como hemos visto recientemente con la volatilidad de la deuda soberana. Esto ocurre cuando los inversores tienen una idea a largo plazo acerca de un posible rango de valoración que posteriormente se contradice por tendencias a corto plazo que duran más de lo previsto, y que finalmente se van convirtiendo en sus propios posicionamientos a largo plazo. Es decir, las personas terminan ajustando sus creencias sin darse cuenta: responden a lo que acaban de experimentar, se confunden, y finalmente se dan por vencidas y descartan los enfoques racionales en un vacío en que el pensamiento coherente brilla por su ausencia.
Por ejemplo, durante el auge de las puntocom al final de la década de 1990, los valores tecnológicos siguieron apreciándose más allá del nivel justificado por la valoración fundamental de esas compañías. Reinaba una sensación cada vez mayor de que las antiguas reglas de valoración de los mercados ya no eran válidas.
El impulso emocional de respaldar a un ganador es muy fuerte, y desde el punto de vista psicológico, resulta más atractivo comprar un activo que recientemente tuvo un comportamiento positivo, que comprar uno que recientemente acusó reveses significativos. El problema, en un entorno de en el que se pierde la perspectiva, es que si bien los precios pueden seguir subiendo durante más tiempo de lo previsto, es muy difícil predecir de manera exacta y sistemática el punto final de esa evolución alcista. Cuando hay poca convicción acerca del valor razonable que «debería» tener cualquier clase de activo, los precios de los activos pueden oscilar de manera violenta y repentina en cualquier dirección, como ocurrió con la burbuja de las puntocom.
Creemos que nuestro equipo M&G Multi-Activos tiene la ventaja de haber reconocido desde hace mucho tiempo que el mercado puede estar equivocado acerca de algo en lo fundamental, y que además puede seguir estando equivocado durante mucho tiempo. Sabemos que pueden producirse estos movimientos de precios ilógicos y que los mercados pueden evolucionar de cualquier forma durante más tiempo del que habíamos previsto originalmente. Es decir, las cosas todavía nos sorprenden, pero eso también es algo que tenemos previsto. Tener la capacidad de responder a este tipo de situación es la clave para poder afrontar incertidumbre.
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