Como la columna vertebral de la economía global, la infraestructura juega un papel crucial en el desarrollo y la prosperidad. Sin embargo, no se está invirtiendo lo suficiente en los activos que proporcionan los servicios esenciales de la sociedad.
En el mundo desarrollado, el gasto en el cuidado, mantenimiento y expansión necesarios para que nuestra estructura existente siga siendo adecuada ha sido lamentablemente insuficiente, con lo que nuestros activos críticos se hallan en un estado precario. Esto es algo que podemos observar en nuestra vida cotidiana. La inversión en infraestructura en los países del G6 —Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido, Alemania, Francia y Japón— lleva varias décadas disminuyendo, y el 3,5% del PIB de hoy en día representa el nivel más bajo desde 1948 (Gráfico 1). El actual mínimo de los últimos 70 años es la mitad del pico alcanzado en los años sesenta, lo cual también revela el envejecimiento de estos activos. Dada la presión a la que están sometidas las finanzas gubernamentales y los conocimientos y experiencia limitados en el ámbito público, el sector privado jugará un papel significativo en la restauración y mejora de nuestra infraestructura crítica.
El gasto global en infraestructura económica —que cubre transporte, electricidad, agua y telecomunicaciones— totalizó 2,5 billones de dólares en 2015. Esta cifra contrasta con el nivel de inversión requerido, que se estima en 3,7 billones anuales (Gráfico 2). El déficit resultante de 1,2 billones de dólares necesita abordarse para asegurar que el mundo permanece en su rumbo de crecimiento económico.
Invertir el requisito anual de 3,7 billones de dólares hasta el año 2035 —un ciclo típico de inversión en infraestructura— conduciría a un gasto agregado cercano a los 69,4 billones de dólares. Con su rápida urbanización y fuerte crecimiento poblacional, los mercados emergentes representan más del 60% de la demanda y China supone por sí sola una tercera parte. Desde China y la India hasta Latinoamérica y África, construir la infraestructura necesaria para asegurar una mayor calidad de vida y respaldar el crecimiento económico sigue siendo una labor inconclusa.
El importante papel que jugará el sector privado a la hora de abordar la brecha de infraestructura debería dar un fuerte impulso a ciertas compañías. En particular, creemos que aquellas que ya poseen activos físicos de infraestructura (que proporcionan una barrera de entrada estratégica) y con oportunidades de crecimiento están mejor situadas para generar rentabilidad financiera de las inversiones necesarias en bienes de equipo. Un aspecto crucial de nuestra estrategia de inversión es que se basa en la calidad de los activos y las oportunidades de crecimiento de las empresas, en lugar de limitarse a seguir un «concepto» de infraestructura.