La respuesta es sencilla: porque queremos darle un uso razonable y eficiente a nuestro dinero. Invertir es destinar nuestros ahorros a una actividad que genera rendimientos con el paso del tiempo, con un objetivo esencial: evitar la pérdida o derroche de nuestro dinero.
Como hemos comentado en otros artículos, en el proceso de inversión, la planificación financiera se hace totalmente necesaria. Debemos elaborar un plan detallado y personalizado de nuestra economía individual y familiar, de ingresos y gastos, de ahorro e inversión, de manera que podamos alcanzar los objetivos financieros que nos hemos propuesto y tratando de cumplir los plazos que nos hemos marcado.
En los ambientes financieros es bien sabido que el término Planificación Financiera surgió a mitad de la década de los setenta en Estados Unidos. Y es curioso que un término tan importante para nuestra economía sea tan reciente. Parece que por fin hemos tomado conciencia de la necesidad de gestionar nuestro dinero —el dinero que nos cuesta tanto ganar— del modo más inteligente y eficaz. Y de que no hace falta ser economista para ello. Que podemos decidir qué hacer con nuestros ahorros, conocer cuáles son los servicios y productos financieros más adecuados a nuestro perfil, qué momento es más rentable para hacerlo, cómo debemos afrontar nuestros gastos, incluso determinar qué gastos son inmediatos, cuáles se pueden posponer y cuáles pueden convertirse en oportunidades de inversión futuras.
Si lo pensamos bien, saber que todo esto es posible es realmente un alivio. Por un lado tenemos la tendencia, cuando las cosas salen bien, a caer en el triunfalismo excesivo, la conformidad o la desidia financiera con el clásico pensamiento de “yo no sé de estas cosas” o “invertir es caro y cosa de ricos”. La realidad nos ha demostrado que es más fácil de lo que pensamos acabar en situaciones puntuales de estrés económico personal o familiar. Muchos podemos recordar las noches que hemos estado sin dormir, buscando cómo dar con la mejor solución. ¿Compramos ese piso que tanto nos gusta o seguimos de alquiler? ¿Mandamos a nuestros hijos a estudiar fuera? ¿Universidad pública o privada? ¿Vacaciones o un colchón de protección contra algún imprevisto? Tal vez no sea preciso hacer solos la elección, porque contamos con la ayuda de especialistas en planificación financiera, que nos prestan un adecuado asesoramiento personal.
Nuestra vida no es lineal. Nuestras necesidades no son iguales cuando tenemos veinticinco años que cuando tenemos cuarenta o cuando estamos próximos a la jubilación. Nuestros ingresos tampoco son los mismos. No tiene sentido entonces que actuemos siempre de la misma manera o que asumamos los mismos riesgos financieros. Podemos ser flexibles. Unas veces será más positivo invertir en bolsa, otras, comprar bonos públicos o privados. Tampoco la duración de nuestras inversiones tiene por qué ser la misma. En algunos momentos podemos invertir a más largo plazo; en otros, las inversiones pueden ser más cortas, cambiando de producto financiero a nuestra conveniencia. Tampoco hay un mínimo económico en la inversión. Pero si queremos hacerlo bien tenemos que contar con especialistas que nos asesoren adecuadamente y que piensen en nosotros y nuestros objetivos.
¿Sobre qué pilares se apoya este asesoramiento personal?
Una planificación financiera por objetivos, tan necesaria para nosotros, nunca estuvo tan al alcance de nuestra mano.
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