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30/10/2019 AUTOR: Daniel Lacalle Estrategias

El BCE y el estancamiento europeo

El BCE y el estancamiento europeo

La despedida de Mario Draghi como presidente del BCE deja al banco central más dividido que nunca ante las últimas decisiones y la defensa a ultranza de los tipos negativos.

Es curioso que en un consenso de analistas que tiende a ser unánime a la hora de condenar la toma excesiva de riesgo previa a la anterior crisis nos encontremos con alabanzas generalizadas a una política monetaria que ha hecho exactamente eso: incentivar de manera desproporcionada la toma de riesgo.

Los efectos colaterales de la política monetaria implementada por el BCE son, como mínimo, preocupantes.

Según el Bank for International Settlements, el porcentaje de empresas «zombi» (aquellas que no pueden cubrir su factura de intereses con beneficios operativos) se ha disparado a máximos históricos.

En la eurozona ya se acumulan más de catorce emisiones de bonos basura con tipos negativos.

Mientras nos repiten que no hay inflación, los activos no replicables se han disparado y el exceso en activos como infraestructuras e inmobiliario es evidente. Los precios de las casas en la eurozona se han disparado un 20% desde 2013 y los múltiplos de activos de infraestructura se han llegado a duplicar. Si miramos a los componentes en Alemania, Francia o España, los alimentos, la electricidad y la ropa y calzado han subido hasta más del doble anual que el IPC oficial medio… pero nos dicen que no hay inflación.

Lo peor de la política monetaria es que está disfrazando el riesgo. A cierre de este artículo, todos los países de la eurozona se financian a dos años a tipos negativos. La mayor burbuja artificialmente creada desde la planificación central. Disfraza el riesgo y da una sensación de seguridad ficticia, ya que no existe demanda real en el mercado secundario que aceptase esos tipos si no lo monetizase el BCE.

Pero es que, además, la búsqueda de cierta rentabilidad por parte de los ahorradores más conservadores ha llevado a tomar crecientes niveles de riesgo por rentabilidades completamente desconectadas con la realidad, cuando Moody’s alerta del deterioro crediticio.

No es cierto que Draghi “salvase al euro”. Simplemente salvó a Estados deficitarios e irresponsables fiscalmente incentivando un riesgo que, a medio plazo, puede costarnos mucho a todos. El euro no estaba en peligro en 2013 ni mucho menos en 2014. Estuvo en peligro durante unos pocos meses de 2010 a 2012 porque a un grupo de políticos se les ocurrió decir que no pasaba nada si se abandonaba el euro. Lo que salvó al euro fue precisamente ver las primas de riesgo subir a 600 puntos básicos y darse cuenta de que no había salida de la moneda única expansiva.

Draghi pasó de prometer “hacer lo que sea necesario” a hacer “lo que sea, aunque sea innecesario” y su mayor error ha sido abandonar toda condicionalidad para entregarse a blanquear el populismo. Cuando vemos a partidos radicales por toda Europa prometer las mayores locuras fiscales nunca vistas y a los Estados abandonar las reformas para entregarse a mayor gasto y desequilibrios, mientras las primas de riesgo se deprimen artificialmente, solo podemos culpar a una entidad: el BCE.

El problema del BCE ahora es que se ha quedado sin herramientas y que la desaceleración europea coincide con el efecto inexistente del Plan Juncker, de las recompras y la mala decisión de disfrazar el riesgo real.

Draghi fue un gran presidente del BCE en los momentos difíciles, en sus dos primeros años, y ha empañado su legado entregándose a una política innecesaria e imprudente que ha sido un factor decisivo a la hora de perpetuar los desequilibrios de la eurozona y empeorar el crecimiento de la productividad.

El legado de Draghi se puede resumir en unas pocas cifras. Ocho bajadas de tipos, 2,6 billones de euros de expansión de balance, tipos negativos y siete bajadas consecutivas de estimaciones de crecimiento.

¿Qué podemos esperar de Lagarde? Una política muy parecida. Ya hablaremos a medida que se concreten las decisiones.

Daniel Lacalle
Economista Jefe

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