Los últimos datos de inflación de Estados Unidos y la eurozona no justifican una bajada de tipos de interés ni mucho menos las expectativas de cuatro reducciones por parte de la Reserva Federal entre septiembre y diciembre.
En julio, el índice de precios al consumidor (IPC) de Estados Unidos aumentó un 0,2%, desestacionalizado, y creció un 2,9% en los últimos doce meses, significativamente por encima del objetivo de la Reserva Federal. El índice para todos los artículos, menos alimentos y energía, creció un 0,2 % en julio hasta un 3,2%, también muy por encima del objetivo. Es peor, porque la inflación en servicios es del 4,9% y en alojamiento un 5,1%. Esto significa que Estados Unidos lleva una inflación acumulada (medida por IPC) de más del 20% en los últimos cuatro años y que la Reserva Federal lleva incumpliendo su mandato de estabilidad de precios todo ese tiempo.
La justificación para la bajada de tipos de septiembre llega de una fortísima revisión a la baja de las cifras de creación de empleo, que han llevado a eliminar 818.000 puestos de trabajo de las estadísticas, la mayor revisión a la baja desde 2009. La cifra implica que la oficina de estadísticas habría exagerado el crecimiento del empleo en aproximadamente un 28% mensual. El crecimiento promedio del empleo fue de 174.000 al mes en el año hasta marzo, comparado con la cifra de 242.000 empleos publicada inicialmente. Por lo tanto, incluso con la fuerte revisión a la baja, las cifras de empleo y de inflación no justifican una bajada de tipos.
El caso de la eurozona es todavía más sangrante. En el último dato de Eurostat, correspondiente a julio, once países de la eurozona tienen una inflación superior al 3%y la media de la eurozona está en el 2,6%. La inflación subyacente, excluyendo energía, alimentos. alcohol y tabaco, se sitúa en el 2,9%. En agosto se estima que la inflación sea un 2,2% más alta que los niveles de agosto de 2023, según las estimaciones de consenso de FactSet. Supondría una inflación acumulada de más del 23% en los últimos cuatro años.
Por lo tanto, creo que bajar tipos ahora, con una economía dopada por el gasto público y la deuda y que no ha terminado de vencer a la inflación, puede ser prematuro e innecesario. Ni las cifras de oferta de crédito ni las de demanda de préstamos reflejan una necesidad de incentivar el endeudamiento, que es el mayor riesgo de una bajada de tipos prematura.
Las bajadas de tipos reflejan la evidencia de la ralentización de la economía. Por lo tanto, debemos ser conscientes de varios riesgos y oportunidades como inversores.
La oportunidad es la de aprovechar cualquier corrección para comprar aquellos valores y activos que ofrezcan una buena rentabilidad a medio plazo, con fundamentos sólidos y, sobre todo, buenos márgenes y poder de mercado. La tecnología con beneficios, las empresas orientadas al cambio demográfico y la sostenibilidad rentable siguen siendo nuestras apuestas.
Las bajadas de tipos suelen apoyar a la renta fija en Europa y a la renta variable tecnológica y de alto crecimiento en Estados Unidos.
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El principal riesgo de una bajada de tipos es que perpetúe una inflación que no se ha cercenado y, si se disparan los agregados monetarios, lleva a tener que cambiar el rumbo y subir tipos en 2025. Este sería el mayor riesgo para los mercados. Sin embargo, es más probable que se retrasen las bajadas de tipos esperadas después de septiembre. Por lo tanto, nuestra recomendación es no anticipar demasiadas bajadas porque la historia reciente nos demuestra que es más probable que los bancos centrales tomen una posición de prudencia a que bajen los tipos demasiadas veces y luego tengan que subirlos.
Otro riesgo es el aumento de deuda pública. Los Estados han ignorado las señales de la senda de subida de tipos y el crecimiento de deuda pública en los países desarrollados ha sido relevante. Una bajada de tipos corre el peligro de incentivar el incremento de la deuda pública y, a la vez, tener un impacto muy limitado en la demanda de crédito de empresas y familias. No creo que las empresas y hogares se lancen a pedir créditos por una reducción del coste de 25 puntos básicos.
Lo que refleja el oro y la bolsa es que se continuará erosionando el poder adquisitivo de las monedas con una política fiscal y monetaria que prioriza el disfraz de los desequilibrios estatales por encima de la estabilidad de precios. Es decir, la pérdida del poder adquisitivo de las monedas fiduciarias a través del aumento de deuda, déficit y su monetización.
Lo que nos indica este escenario es que las correcciones son oportunidades, que la única manera de protegerse de la destrucción monetaria es invertir en activos financieros y que el riesgo de inflación persistente con crecimiento pobre y endeudado permanece.