La Reserva Federal, a través de su presidente Jerome Powell, ha señalado que se dispone a aumentar su balance “de manera orgánica”. El esfuerzo por desligar este nuevo cambio de política monetaria de un nuevo QE (expansión cuantitativa) es, como mínimo, divertido. Porque, si miramos lo que está ocurriendo, no tiene nada de expansión orgánica y se parece mucho a un nuevo programa de recompras.
¿Por qué no ha afectado al dólar? Fundamentalmente porque el dólar no se está apreciando (el DXY Index está casi a máximos de 98,95) porque la política monetaria de la Reserva Federal sea restrictiva, sino porque los bancos centrales de otras economías son mucho más irresponsables en su expansión. Es decir, el dólar se fortalece como moneda de refugio ante la peor represión financiera de otros; por eso el oro, plata y dólar se han apreciado en términos relativos.
La crisis del mercado de repo muestra algo que hemos comentado en esta columna en varias ocasiones. Los bancos centrales han creado un tsunami monetario y pensaban que podían gestionar la magnitud de las olas. La necesidad de inyectar más de 270.000 millones de dólares en el mercado monetario de corto plazo nos enseña que en el mercado la liquidez es mucho menor de lo que estimaba la Reserva Federal y el endeudamiento de los agentes mucho mayor (lean mi comentario en Hedge Eye USA). Si eso ocurre en una economía y un sector financiero dinámico y con proveedores de liquidez enormes, imaginen cuando ocurra en Europa, que no dispone de esos mecanismos.
Comentábamos que lo que se propone no tiene nada de expansión orgánica. Veamos por qué. Los programas de QE 1 a 3 recompraron entre 65 y 85.000 millones de dólares de activos por mes. El crecimiento orgánico del balance de la Reserva Federal previo a esos programas no llegaba a 2 o 3.000 millones de dólares por mes. La Reserva Federal está planteando entre 200.000 y 300.000 millones entre uno y dos trimestres. Es decir, no es nada orgánico pero tampoco es el tipo de medida que dispararía el apetito de riesgo de los agentes financieros, las estimaciones exageradas de crecimiento de los analistas o la necesidad de rescatar las malas inversiones de los más apalancados, como ocurrió en el QE1 (sobre todo).
Nos encontramos, por lo tanto, con una medida que no contentará a los que necesitan más excesos de liquidez y más estímulos para seguir jugando al carry contra el dólar, pero a la vez una medida que aleja todavía más a la Reserva Federal de la normalización. Si asumimos las cifras que se comentan en Estados Unidos, hablamos de un balance de la Reserva Federal que no bajaría teóricamente del 25% del PIB.
Ayer lo comenté en el programa de Lance Roberts. El ciudadano se encuentra con mensajes contradictorios. Powell confirma que la economía crece a buen ritmo, 2%, que el paro está en mínimos de 50 años y que la inflación subyacente se mantiene por encima del umbral de la Reserva Federal, un 2%… Y sin embargo nos dicen que tienen que bajar tipos y expandir el balance. Algo no concuerda, y la explicación está en un mercado excesivamente apalancado y la cadena de burbujas en activos financieros.
Dado que el susto del mercado de repos ha costado un aumento de balance equivalente a mes y medio de expansión cuantitativa (entre otras cosas porque, a vencimiento, no se han deshecho esas posiciones), este nuevo movimiento de la Reserva Federal es probable que lo único que consiga es tapar agujeros en un mundo que no necesita más estímulos monetarios y en el que la economía se ralentiza por el exceso de los mismos, que ha llevado a perpetuar desequilibrios fiscales y sobrecapacidad productiva, premiando al imprudente y endeudado con un dinero que ni es fácil ni es gratis. La baja productividad de los factores, pobre crecimiento y «zombificación» de la economía es la otra cara de la moneda.