Si atendemos a la lista de principales datos macroeconómicos publicados en las últimas semanas no podemos utilizar una mejor definición que la de “decepcionantes”.
La ralentización de la eurozona es evidente, y más pronunciada de lo que incluso los más pesimistas esperaban. Tanto la producción industrial, como la confianza del consumidor e indicadores como el superávit comercial se han deteriorado de manera pronunciada. Pero hay crecimiento. A pesar de los malos datos, de la recesión italiana y de que la Comisión Europea haya tenido que revisar a la baja más de un 30% sus propias estimaciones de hace un mes, hasta Europa va a crecer en 2019.
China sigue ralentizándose bajo el peso de su modelo endeudado e ineficiente, pero crece. Estados Unidos mostraba unos malos datos de ventas minoristas, pero tanto el empleo como la formación bruta de capital muestran que la economía sigue en expansión. Los países emergentes han empeorado sus perspectivas, pero han navegado los desequilibrios monetarios que desactivaron el espejismo de crecimiento sincronizado en 2018.
¿Qué nos dice todo esto? Lo que hemos explicado en nuestra presentación “Vuelta a los Fundamentales”, disponible en vídeo aquí.
Que hemos pasado de un shock de euforia en la primera parte de 2018 a un shock de pesimismo en los últimos meses, pero que los indicadores macro y los beneficios empresariales no nos indican una recesión tipo 2008.
¿Por qué? Si recordamos 2007, el deterioro de los indicadores adelantados macroeconómicos era bastante más agresivo y, además, los beneficios empresariales mostraban una debilidad y pobreza en ventas y márgenes que podía presagiar lo que finalmente ocurrió. No es el caso ahora. Los beneficios empresariales publicados este mes no son ninguna fiesta, pero muestran crecimiento generalizado y, lo que es más importante, expectativas para 2019 y 2020 decentes.
¿Puede esto cambiar y convertirse en una crisis? Sí, y por eso debemos mantener nuestra atención enfocada a los fundamentales, pero la realidad es que hoy no vemos indicadores macroeconómicos o corporativos que indiquen crisis. Más bien, las tres bes que comentábamos en 2017: bajo crecimiento, bajos tipos, baja inflación.
¿Qué ha llevado a este periodo de euforia si los datos macro y beneficios no son espectaculares?
Simplemente un cambio de tendencia en la liquidez global liderado por un retroceso en el proceso de normalización de los bancos centrales. En 2018 vimos la primera caída de la liquidez global en más de una década, y eso generó importantes pérdidas en los mercados financieros. Desde finales de diciembre las bolsas han rebotado con fuerza porque los datos, siendo pobres, no son tan malos como se temía, pero sobre todo porque la Reserva Federal cambió el tono sobre el número de subidas de tipos, el BCE anunció que sería mucho más acomodaticio y el Banco Central de China introdujo la mayor inyección de liquidez en cinco años.
En realidad, entre el 26 de diciembre y el 15 de febrero hemos visto la mayor inyección de liquidez en los mercados de los dos últimos años, llevando la masa monetaria global a niveles récord. En un artículo en Bloomberg se mencionaban mis comentarios donde lo explicaba (“sigue el dinero” y la semana la CNBC publicaba mi artículo reduciendo las expectativas optimistas sobre el acuerdo comercial entre China y EE.UU. ), que se une a lo que comenté sobre la economía norteamericana en Forbes. Olvidemos el “crecimiento sincronizado” y busquemos oportunidades en la realidad. Todo esto nos da fortalezas para continuar analizando dónde se encuentran las oportunidades y en qué activos y sectores vemos valor, en “volver a los fundamentales”.