Ningún gobierno que busque expandir masivamente su tamaño en la economía y monetizar un déficit creciente va a actuar contra el aumento de precios, a pesar de afirmar lo contrario.
Una de las cosas que sorprende a los ciudadanos de Argentina, Venezuela o Turquía es que sus gobiernos populistas siempre hablan de las clases medias y de ayudar a los pobres, mientras la inflación se dispara, empobreciendo a todos.
La inflación no es «la subida de los precios».
La inflación es la erosión gradual del poder adquisitivo de la moneda.
Los gobiernos siempre usarán diferentes excusas para justificar la inflación: «demanda creciente», «interrupciones de la cadena de suministro» o la codicia de las malvadas empresas que «suben los precios». Sin embargo, la inmensa mayoría de las veces son excusas. La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario. Los precios «se disparan» porque la oferta de dinero aumenta masivamente por encima de la producción real y la demanda de dinero real.
¿Cómo puede haber «cuellos de botella» que impulsen un aumento del 100% en los fletes cuando la industria del transporte marítimo se vio agobiada por un exceso de capacidad masiva en 2019? ¿Cómo puede alguien decir que el gas natural y el petróleo se han disparado debido a las interrupciones de la cadena de suministro cuando el suministro ha seguido perfectamente a la demanda? La realidad es que algunos de esos factores pueden explicar una pequeña proporción del aumento de precios, pero el Índice Global de Alimentos y el Índice de Materias Primas de Bloomberg no están en máximos de dos décadas debido a estos problemas.
¿Qué sucedió en 2020?
En 2020 la creación masiva de dinero en medio de un confinamiento generó inflación monetaria en bienes y servicios no replicables y relativamente escasos.
¿Por qué esto no sucedía antes?
Bueno, lo hizo. Antes, entre 2014 y 2019, vimos un aumento masivo en los precios de los activos de riesgo. La inflación se crea allá donde va el exceso de dinero, ya sea en los mercados de acciones y bonos de alto rendimiento o en las valoraciones más altas de la vivienda y el capital riesgo. Más dinero persiguiendo la misma cantidad de bienes.
Además, también hubo una inflación elevada en bienes y servicios esenciales. Los precios de la vivienda, la atención médica, alimentos frescos y la educación se elevaron significativamente por encima de la cifra oficial del IPC (índice de precios al consumidor). Por eso vimos en todo el mundo un aumento de protestas por el elevado coste de la vida, incluido Francia, Chile o Alemania, a la vez que nos decían que «no hay inflación». Este fenómeno ya lo explicamos en las presentaciones de Tressis con José Miguel Maté en 2018 y 2019.
¿Por qué ha estallado tan agresivamente ahora?
En primer lugar, la impresión masiva de dinero en medio de un encierro y confinamiento masivo mantuvo elevadas las valoraciones de los activos, pero también comenzó a generar flujos de fondos hacia sectores escasos (los llamados de «valor»).
¿Y qué son los «sectores de valor»? Aquellos que sufrieron precisamente por el exceso de capacidad y un debilitamiento del crecimiento de la demanda en la última década. Por lo tanto, más dinero fluyó hacia alimentos, el gas natural, incluso el carbón o el aluminio, donde la industria estuvo plagada de exceso de capacidad en la década del dinero barato.
La inflación no ocurre al día siguiente que se imprime dinero. Es un proceso lento de erosión gradual del poder adquisitivo de la moneda que comenzó hace años y culminó con la loca decisión de implementar políticas monstruosas de demanda (enorme gasto gubernamental e impresión de dinero) en medio de un confinamiento masivo cuando no había ningún problema de demanda que estimular, solo un encierro generalizado.
Pero, ¿por qué los gobiernos lo ignoran? ¿Por qué no actúan?
Usted pensará que lo mejor para ellos es mantener los precios bajos y los consumidores —votantes— felices. La respuesta es simple: porque los gobiernos son los mayores beneficiarios de la inflación. Recaudan más ingresos de los impuestos indirectos y su creciente deuda se ve erosionada lentamente por la inflación.
Además, los gobiernos nunca actúan contra la inflación porque, además de beneficiarse de ella, y esto es lo más importante, pueden culpar a cualquier chivo expiatorio excepto a sus políticas. Incluso en Argentina, donde la inflación es superior al 50% y casi diez veces superior a la de países vecinos como Uruguay, los ciudadanos se van convenciendo poco a poco de que debe haber otras causas y no la impresión de dinero. Incluso cuando se les presenta la evidencia de un banco central que eleva la oferta monetaria más del 120% en dos años con demanda de moneda decreciente, la prensa y los políticos culpan a la inflación de “causas múltiples”. Una broma.
Tomemos, por ejemplo, los comentarios recientes sobre la inflación en los Estados Unidos de la Administración estadounidense.
El jefe de gabinete de la Casa Blanca, Ron Klain, dijo que la inflación era un «problema de clase alta» y, cuando se le preguntó, Jen Psaki, secretaria de prensa, respondió que la gente que «compra más cosas que nunca» es la causa de la inflación. Sin embargo, en la última cifra, el gasto en términos reales del consumidor norteamericano se ha reducido al 1% anualizado en septiembre, según Capital Economics.
El director del Consejo Económico Nacional, Brian Deese, dijo que si se quita el aumento de los precios de la carne de res, cerdo y aves de corral, los aumentos de precio son normales. «Si elimina esas tres categorías, en realidad hemos visto aumentos de precios que están más en línea con las normas históricas». Vamos, que si quitas las cosas que comes todos los días y eliminas el precio de las cosas que compras, no hay inflación, ¿verdad?
Todos usan excusas habituales ya vistas en la historia. Culpar a las empresas por los precios más altos (criadores de cerdos y pollos malvados, maquiavélicos transportistas y administradores portuarios), culpar a los consumidores (compras apresuradas, acaparamiento de bienes) y sonreír diciendo que realmente les importa y que están trabajando en ello… Imprimiendo más y gastando mucho más.
El argumento sobre la inflación «transitoria» permanece, tanto en los gobiernos que no están dispuestos a reducir el gasto masivo, como en los bancos centrales, que están atrapados entre la espada y la pared, ya que tienen que monetizar los crecientes déficits de gobiernos altamente endeudados y al mismo tiempo defender su estrategia de «estabilidad de precios». Entre esos dos, ¿adivinen por qué han decidido optar? Exacto, seguir imprimiendo y decir que algún día pasará.
El problema del argumento de la «inflación transitoria» es que no significa nada. Todo es transitorio. ¿Cuánto tiempo es? ¿Un año, dos años? Además, es una falacia cuando se mira la inflación acumulada.
Si el índice de precios al consumidor aumenta un 5% en 2021 y, digamos, un 3% en 2022, dirán que la inflación «ha bajado», pero usted y yo hemos visto cómo nuestros salarios reales y nuestros ahorros perdieron poder adquisitivo en más del 8,15%. Peor aún, si la inflación supera el 6% en 2021 y cae por debajo del 2% en 2022, usted y yo también habremos perdido más del 8,15% en poder adquisitivo, pero los bancos centrales nos dirán que tienen que imprimir más para “combatir el riesgo de deflación”.
Los gobiernos intervencionistas no están dispuestos a recortar el gasto o reducir los déficits sustancialmente, por lo que usarán el impuesto inflacionario sabiendo que pueden acudir a las excusas habituales:
1) Decir que no hay inflación si se eliminan los precios que suben.
2) Decir que es transitorio.
3) Culpar a las empresas.
4) Culpar a los consumidores.
5) Presentarse como la solución con «controles de precios».
La inflación es un impuesto sin legislación, como dijo Milton Friedman.
No existe la inflación de «causas múltiples». Siempre es mucho más dinero que fluye a la misma cantidad de bienes.
El impuesto inflacionario está aumentando el tamaño del gobierno en la economía en ambos sentidos: a través de un gasto deficitario masivo de entrada y erosionando el poder adquisitivo y los ahorros del sector privado a través de la depreciación de la moneda.
En un entorno como éste, el inversor debe permanecer invertido para batir a la inflación, pero debe evitar los sectores mal llamados «estratégicos» porque esos son los que más sufren la excusa regulatoria de los gobiernos, y los bonos soberanos porque la rentabilidad es negativa en términos reales y en muchos casos nominales también.