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09/04/2019 AUTOR: Daniel Lacalle Estrategias

No, la ralentización no es global

No, la ralentización no es global

Una de las frases más repetidas entre los analistas financieros europeos esta semana es la siguiente: “estamos en una ralentización global”.

Sin embargo, la frase esconde importantes matices y diferencias muy relevantes. La Unión Europea sufre una ralentización severa. Los datos de Estados Unidos nos dicen algo muy diferente.

Si miramos a los datos de empleo de la semana pasada, Estados Unidos solo ve una ligera moderación en el crecimiento del empleo… Pero estamos hablando de una creación de 196.000 puestos de trabajo, una cifra que indica crecimiento robusto y, además, se revisó al alza la de febrero. Lo mismo ocurre con los últimos índices manufactureros y de servicios: se mantienen por encima de 50 (en expansión). El índice Markit de servicios marcaba 56,3 comparado con una expectativa de 54,8 y el compuesto mostraba una cifra de 54,6 comparado con el 54,3 anterior.

Los índices de sorpresa económica de los mercados emergentes también nos indican mejoría. Un dólar (Índice DXY) fuerte pero estable no ha dañado a las cifras macroeconómicas de las principales economías emergentes. Es cierto que los “sospechosos habituales”, Argentina y Turquía, han visto sus monedas desplomarse con respecto al dólar, ya que siguen con los efectos de la agresiva política monetaria de financiar el gasto público con impresión directa de moneda. Sin embargo, los datos macro de los países emergentes en su conjunto son mejores de lo esperado, y eso hay que reconocerlo. Ayudan los precios de las materias primas, pero ese viento de cola se ha reducido en las últimas semanas.

China ha mostrado mejores datos en índice manufacturero también. Sus enormes desequilibrios permanecen, y no debemos caer en la complacencia ni en el optimismo, pero desde luego el gigante asiático muestra indicadores macroeconómicos que mejoran desde una tendencia a largo plazo claramente de desaceleración. Debemos seguir preocupados por el modelo endeudado de China, pero no deja de ser una tendencia de crecimiento inferior, pero no de estancamiento.

¿Dónde hay evidencia de estancamiento? En Europa y Japón.

Lo de Japón no sorprende a nadie ya, porque suman ya dos décadas de estancamiento repitiendo los mismos errores de disfrazar los retos demográficos y de modelo productivo con deuda.

El problema, queridos lectores, es Europa. Una Europa que abandonó completamente los impulsos reformistas ante el espejismo de la política monetaria y donde se concentra riesgo económico, demográfico, estatal y político. Los datos de Alemania son pobres, pero el país disfruta de una envidiable salud en su balanza comercial y fortaleza fiscal, además de un nivel de desempleo muy bajo. En el resto de Europa, la fragilidad de la economía se une a unos desequilibrios tanto fiscales como de exceso de intervencionismo que hacen a las economías más vulnerables a un cambio de ciclo. Al menos en Francia, desde donde les escribo, el debate en las televisiones y medios es constante. El país entero es consciente de que la ralentización es severa y se anuncian bajadas de impuestos y medidas para fortalecer el desempeño económico. La palabra “crisis” aparece en la portada de diarios y programas económicos como una posibilidad no remota. En la periferia, los países deben ser conscientes de que han agotado su espacio fiscal y de su vulnerabilidad ante un modesto cambio de ciclo. España no es inmune a esos riesgos ni mucho menos. El índice de indicadores adelantados de la OCDE ya muestra una cifra negativa y los indicadores adelantados que publica el Ministerio de Economía también reflejan más de diez en territorio negativo. Por eso debemos estar más preparados que nadie. Porque los países como España no tienen la capacidad que tienen otros a la hora de enfrentarse a una desaceleración, por el elevado desempleo y porque se encuentran en periodo de recuperación frágil, no en casi pleno empleo y crecimiento moderado, como EE.UU. o Reino Unido, incluso capaces de sortear una recesión sin graves impactos, como Alemania.

En nuestra reunión de gestores hablamos de la posibilidad de que Alemania aumente su gasto para rescatar a los países que, como el nuestro, parecen apostar por la política de la cigarra (gastar y aumentar desequilibrios). No funcionaría. Alemania es el tercer importador global y sus compras al extranjero han crecido al 6% anual en los últimos cinco años. No hay ninguna evidencia de que Alemania esté importando menos de lo que necesita, todo lo contrario. Su utilización industrial ha subido del 71% en 2009 al 86% hoy. Mientras tanto, la inversión privada está a máximos de niveles precrisis. No podemos pedirle a Alemania que cometa los errores de otros para disfrazar los desequilibrios de los socios comunitarios.

El problema de la eurozona es triple: demográfico, alto intervencionismo estatal y fiscal, y falta de liderazgo tecnológico. Si le añadimos el riesgo político de unos gobernantes que quieren penalizar los sectores de alta productividad mientras subvencionan los de baja productividad, nos encontramos con un reto económico que no se va a solventar con inyecciones de liquidez y tipos bajos. Con los tipos a cero y casi 1,8 billones de euros de liquidez excesiva, el problema de la Unión Europea no es la ralentización global. Es caer en un modelo rígido, intervenido y extractivo.

Daniel Lacalle
Economista Jefe

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