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26/12/2023 AUTOR: Daniel Lacalle Estrategias

Los bancos centrales crearon el shock inflacionario y son los que lo deben solucionar

Un rostro infla un globo de billetes

La inflación es siempre un efecto monetario. Lo que algunos llaman inflación de costes, inflación de materias primas o shock de oferta no existe. Todos esos fenómenos son en realidad el efecto del aumento masivo de unidades de moneda emitidas por encima del crecimiento económico real. Más unidades de moneda para medir activos relativamente escasos.

 

Los precios unitarios pueden aumentar por razones exógenas, pero no generan un incremento sostenido y acumulativo de los precios agregados, que es lo que mide la inflación. Si un precio se dispara debido a un factor exógeno, el resto de precios no suben cuando la cantidad de moneda emitida permanece constante en relación con el crecimiento económico.

 

Por supuesto, el sistema crea toda una serie de excusas que culpan de la inflación a todo y a cualquiera excepto lo único que puede hacer que los precios agregados suban a la vez, consoliden ese aumento interanual y sigan subiendo: la disminución del poder adquisitivo de la divisa.

 

Quienes entienden qué es el dinero predijeron la inflación y advierten del riesgo actual. Desde los artículos del economista Dr. Steve Hanke y su «Inflation Dashboard», que predijo con precisión la erupción de inflación de 2021-2022; a Richard Burdekin, «La explosión monetaria de EE.UU. de 2020: Monetarismo e inflación» (2020); a Claudio Borio, «¿El crecimiento monetario ayuda a explicar el reciente aumento inflacionario?» (2023); a Juan Castañeda y Tim Congdon, «Inflación, ¿la próxima amenaza?» (2020), decenas de estudios alertaron sobre la llegada de la inflación.

 

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Algunos argumentan que en 2009-2019 no hubo inflación y también se imprimía moneda masivamente, pero no parecen entender la teoría cuantitativa del dinero e ignoran que la expansión monetaria de 2020-2022 fue hasta cinco veces mayor que la media del periodo 2008-2019. Un exceso brutal que, además, fue completamente dedicado a programas de gasto gubernamental.

 

Si observamos la contracción reciente de los agregados monetarios, la inflación debería haber caído más rápido y la economía estaría en recesión. Sin embargo, el efecto acumulado del enorme crecimiento monetario sumado a un déficit público imparable impulsado por deuda hace que el impacto de la explosión de liquidez de 2020 a 2021 oculte algunos riesgos.

 

La inflación fue creada por una política monetaria equivocada y las medidas incorrectas de los bancos centrales pueden tener impactos negativos duraderos en la economía. El primer efecto es evidente: los gobiernos continúan desplazando a la economía real, y las familias y las empresas sufren todo el peso de los aumentos de tipos. No hay recesión, aunque los indicadores de la economía privada sí lo sugieren, y eso es solo porque el aumento de deuda y de gasto público disfraza la debilidad real del PIB.

 

Por ejemplo, los datos de producto interior bruto en EE.UU. (GDP) comparados con el ingreso interior bruto (GDI) o la producción interior bruta (GDO) nos muestran una diferencia muy importante y sobre todo una tendencia completamente opuesta: el PIB sube mientras el GDI y la GDO empeoran, como explican los profesores James D. Hamilton y Menzie Chinn. Si miramos los datos en Europa son todavía peores, ya que el sector manufacturero y de servicios están en grave contracción, según SP Global y el sector exterior se beneficia de la caída de importaciones.

 

De cara a 2024, los bancos centrales deben solventar el problema que han creado. Bajar tipos demasiado rápido es imprudente, especialmente si es una decisión alentada por una inflación que se ha reducido fundamentalmente por el efecto base, como reconoce Christine Lagarde, y, no olvidemos, por una modificación en el cálculo del IPC. El brote inflacionista ha supuesto un desajuste económico innecesario y perpetuarlo con bajadas de tipos innecesarias es imprudente.

 

Los inversores debemos centrarnos en la realidad de los balances y resultados de las empresas y no esperar una cosa y la contraria a la vez. Si los bancos centrales bajan tipos agresivamente es porque perciben un desplome de la demanda agregada, y ese no es nuestro escenario base. Si lo que esperamos es un aterrizaje suave o una moderación del crecimiento con posibilidad de recesión técnica, no podemos asumir cinco bajadas de tipos.

 

Daniel Lacalle
Economista Jefe

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