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20/04/2021 AUTOR: Daniel Lacalle Estrategias

La recuperación, bajo la lupa

Existe una opinión de consenso demasiado optimista sobre la velocidad y la fuerza de la recuperación de los Estados Unidos que se contradice con los hechos. Es cierto que es mucho más fuerte y sólida que la europea o japonesa, pero los datos macro muestran que los mensajes eufóricos sobre el crecimiento del PIB agregado pueden dar lugar a confusión.

En la eurozona, los confinamientos y la pobre distribución de vacunas explican la lenta recuperación. Hemos asistido a una divergencia interesante, además: Los índices manufactureros mostraban una recuperación que ha sido negada por los datos de producción industrial, que caían un 1% en febrero. La expansión que reflejaban las encuestas no se ha trasladado a datos reales. En Japón, la batería de estímulos no se ha trasladado en una fuerte recuperación de la demanda interna y el consumo, aunque la economía se recupera gracias al sector exterior.

Por supuesto, el Producto Interno Bruto va a rebotar rápidamente, con estimaciones del 6% para Estados Unidos en 2021 y 4% para la eurozona. Sería alarmante si no lo hiciera después de una cadena masiva de estímulos de más del 12% del PIB en gasto fiscal y 7 billones de dólares de balance en la Reserva Federal. En la eurozona, los estímulos superan el 14% del PIB y el balance del BCE ya casi duplica al de la Reserva Federal (63% del PIB de la eurozona vs 35% el de la Reserva Federal). Este es un estímulo combinado que es casi tres veces mayor que el de la crisis de 2008, según McKinsey. La pregunta es, ¿cuál es la calidad de esta recuperación?

La respuesta es: pobre. El crecimiento real de Estados Unidos, excluido el aumento de la deuda, seguirá siendo muy bajo. En la eurozona, peor, y además sin recuperar el PIB perdido en 2020.

Nadie puede hablar de una fuerte recuperación cuando la utilización de la capacidad de la industria es del 74% en EE.UU., muy por debajo del nivel del 80% en el que estaba antes de la pandemia. Además, la tasa de participación de la fuerza laboral se sitúa en el 61,5%, significativamente por debajo del nivel anterior a la COVID-19 y estancada después de rebotar al 62% en septiembre. El desempleo puede llegar al 6%, pero sigue siendo casi el doble de lo que era antes de la pandemia. Las solicitudes continuas de desempleo se mantienen por encima de 3,7 millones en abril. Las peticiones semanales de desempleo permanecen por encima de 500.000 y el número total de personas que reclaman beneficios en todos los programas, estatales y federales combinados, para la semana que termina el 27 de marzo disminuyó en 1,2 millones a 16,9 millones. En la eurozona, la situación es pobre. La capacidad utilizada se sitúa en un 77%, muy por debajo del 82% prepandemia, y el desempleo es del 8%, y eso excluye los puestos de trabajo subvencionados (lo que en España se llama ERTE) que siguen por encima de siete millones de personas.

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Estas cifras deben situarse en el contexto de la ola de gastos sin precedentes y el estímulo monetario. Sí, la recuperación de Estados Unidos es mejor que la de la zona euro gracias a un despliegue de vacunación rápido y eficiente y al dinamismo del tejido empresarial, pero las cifras muestran que una cantidad relevante de los planes de estímulo posteriores simplemente han perpetuado el exceso de capacidad, mantenido las empresas zombis que tenían problemas financieros antes de la COVID-19 y han aumentado el déficit estructural del gobierno y el gasto obligatorio.

¿Se habría recuperado la economía de Estados Unidos tan rápido como lo ha hecho sin los planes de estímulo de gasto deficitario? Quizás. Creo que sí, porque toda la recuperación, tanto en los mercados como en la economía, ha sido impulsada por las noticias sobre vacunas y el proceso de inoculación. La mayoría de los programas que se han implementado han tenido un bajo impacto en la economía en comparación con la reapertura del sector de la hostelería y las vacunas. Toda la crisis económica vino de los encierros y el virus y toda la recuperación llega por la reapertura y las vacunas.

La principal preocupación es que estos programas de déficit y deuda se han establecido como el mínimo para la próxima crisis. Nadie ha analizado si los planes de gasto han sido efectivos. De hecho, en la eurozona nadie parece preocuparse por el hecho de que los países que han gastado entre el 20% y el 30% del PIB en planes de estímulo se encuentren todavía estancados. El mensaje generalizado parece ser que si los planes de gastos no han funcionado es porque no eran lo suficientemente grandes. Muy pocos parecen estar discutiendo el desperdicio en la financiación pública cuando los principales impulsores de la recuperación son el despliegue de vacunas y la reapertura del sector de servicios.

El problema fue el virus y los confinamientos impuestos por los gobiernos, la solución es la vacuna y la reapertura. El problema fue causado por la falta de prevención gubernamental y el exceso de intervencionismo y la solución no es más intervención.

Daniel Lacalle
Economista Jefe

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