Usted habrá leído en los últimos meses que es muy difícil invertir con los índices a máximos. Según Goldman Sachs, se espera que el PER (ratio de precio sobre beneficios) del S&P 500 sea de aproximadamente 21,5 veces para finales de 2025. Sin embargo, si consideramos el S&P 500 ponderado por el mismo peso, la ratio se reduce a diecisiete veces. Es decir, la valoración de cuatro gigantes tecnológicos desvirtúa la percepción de valor en la bolsa americana. De hecho, ajustado por sectores, comprobamos que las 495 mayores empresas del S&P cotizan a un PER muy similar al índice Stoxx 600.
Desde Tressis vemos oportunidades para la inversión en Estados Unidos centradas en varios factores: no vemos un elevado riesgo para las empresas, es atractivo en márgenes y estamos en un entorno macro y político que beneficia a las empresas norteamericanas. Sin embargo, hay que ser selectivos y reconocer la volatilidad.
El factor más importante para los inversores es el aumento desproporcionado de la cantidad de dinero en el sistema, y eso apoya a los activos de riesgo, sobre todo la bolsa y el oro.
En 2025 se proyecta que la masa monetaria global alcance o supere los 127 billones de dólares, un incremento del 18% desde los 107 billones de dólares actuales, creando un récord histórico.
Una cantidad mucho mayor de moneda en el sistema supone riesgo de inflación persistente, y por lo tanto debemos protegernos invirtiendo. Así, la volatilidad se convierte en una oportunidad para comprar activos que nos gusten, tanto en bolsa como en renta fija. Por otro lado, la inflación persistente es un riesgo para la duración, por lo que debemos centrar nuestra inversión en bonos corporativos de baja duración.
El oro, la bolsa, especialmente la estadounidense, y los bonos de calidad conforman nuestra apuesta ante un entorno macroeconómico que se caracteriza por los siguientes factores: probable mejora de los riesgos geopolíticos, creciente polarización entre EE. UU. y China, mediocre crecimiento global, tensiones arancelarias y un sector manufacturero que continúa estancado.
Mantenemos una apuesta clara por la renta variable estadounidense por el mayor potencial de beneficios, recompra de acciones y una clara identidad entre gestores de las empresas y accionistas, a pesar de la volatilidad global. En energía y materias primas, vemos oportunidades de inversión en materiales esenciales para la transición energética como el cobre y el litio, pero con un enfoque en empresas que ya generan beneficios y tienen balances sólidos. El petróleo puede perder fortaleza con el aumento de producción de EE. UU. y la reducción del riesgo geopolítico añadida a la ralentización de China, pero con un rango similar al de los últimos tres años. La deuda privada europea es una opción atractiva debido a los rendimientos que ofrece comparados con la renta fija pública, ya que los estados no van a dar rentabilidad económica real a los inversores ante un escenario de deuda estatal creciente y compromisos financieros acumulados.
Ante el riesgo de inflación persistente, que analizaremos a medida que se confirmen las tendencias, mantenemos preferencia por duraciones cortas en la renta fija, ya que el riesgo de menores bajadas de tipos de interés es relevante.
La clave, como siempre, es el análisis riguroso y la diversificación. Debemos evitar el riesgo político y regulatorio, diversificando en mercados desarrollados y en activos que puedan actuar como protección, como el oro o el dólar.
Creemos que la inflación seguirá siendo el factor clave para los inversores, con tipos de interés altos durante más tiempo de lo anticipado si continúa la tendencia en la inflación.
En Tressis enfocamos nuestra estrategia en optimismo con prudencia, con un enfoque en calidad y en activos que puedan beneficiarse de las tendencias globales, pero sin expectativas de cambios mágicos ni espectaculares.
Es momento de invertir, porque no hacerlo supone perder cada día por la pérdida de poder adquisitivo del dinero fiduciario.