Hasta la fecha, este fin de semana nos han vendido un acuerdo sobre el brexit con flores y mariposas muy muy lejos de la realidad del Parlamento británico.
Valga que España haya conseguido «algo» con Gibraltar o que Europa vea en Theresa May a una interlocutora válida y fiable, pero a partir de ahora empieza lo peor de la negociación, la interna. Los conservadores no, los laboristas tampoco y los unionistas norirlandeses menos todavía, el futuro sobre el proceso es tan negro que nadie se atreve a predecir el siguiente paso.
Los escenarios posibles lo abarcan todo, de extremo a extremo, solo que la Unión Europea, excepcionalmente fuerte y cohesionada cuando por fin alguien ha amenazado seriamente su existencia, ya ha advertido de que el acuerdo es este que se ha alcanzado o la alternativa será la simple nada. Es decir, o no hay salida o esta será descontrolada.
Que con esto del brexit todos perdemos nadie lo duda, tan solo quién más. Pero la pérdida de tracción económica de la zona euro de momento está teniendo poco que ver con las consecuencias de la incertidumbre política, nuestro particular talón de Aquiles. Tal y como muestra el PMI compuesto preliminar de noviembre, la lectura más baja en cerca de cuatro años apunta directamente contra las exportaciones como principal responsable, si bien todavía no restan tanto como para evitar que la zona euro siga presentando perspectivas de crecimiento.
Mientras el comercio mundial se debilita por culpa de las tensiones comerciales, el consumo interno sigue siendo el gran (y a veces el único) protector de la actividad real. Por eso que el mercado recoge con tanta alegría que el Black Friday haya sido capaz de superar las expectativas, a lo mejor esperando ahora que se produzca un rally de Navidad con el que amortiguar un 2018 en el que casi ningún activo está ayudando.
Buen día.
Llámanos 
