Para suavizar la relativa sorpresa que ha supuesto romper el acuerdo con Irán, la Administración Trump le ha regalado a la comunidad internacional el fin de las tensiones comerciales con China, que aleja la posibilidad de una «guerra» a escala masiva en la que todos acabamos perdiendo.
Se ha cumplido el guion que cabía esperar del discurso del presidente de EE.UU.: Se empieza por adoptar una postura maximalista que lleve directamente al enfrentamiento (salvas la cara ante tus votantes) para después, con el paso del tiempo, ir acercando posturas hasta anular las tasas de 150.000 millones a China a cambio del compromiso de dicho país de comprar más Made in America (te arrodillas ante la realidad). Y lo cierto es que de Trump se puede decir de todo, además con razón, pero a nadie escapa que con este nuevo estilo de hacer política ha conseguido unas condiciones entre favorables y justas de comercio.
A cambio de eliminar un foco de tensión para el mercado hemos ganado otro, el italiano. Con las apuestas sobre la duración del próximo Gobierno ya abiertas, sabemos que las promesas se pueden resumir en más déficit y el invento insostenible de la renta básica a cambio de la expulsión de inmigrantes y haber guardado en el cajón la necedad de no pagar la deuda. Claro, los mercados contentos como no podría ser de otra manera ante tamaño atajo de «imprudencias».
Que el euro siga perdiendo valor contra el dólar va más allá de la teoría económica. Por supuesto que entra en esta dinámica la falta de presión en precios que sufre Europa y no tanto EE.UU. Pero es la pérdida de tracción económica que ha sufrido el viejo respecto al nuevo mundo el que parece ser el principal factor que explica este comportamiento, siempre ayudado por eventos tales como el futuro político de Italia.
Buen día.
Llámanos 
