Estos días se repite mucho la siguiente frase: La banca fue el problema en la crisis de 2008 y ahora es la solución. Es una frase que debe rechazarse en su totalidad.
La banca no fue el problema de la crisis de 2008, sino el síntoma que indicaba una enfermedad más grave, el exceso de riesgo tomado por los agentes económicos públicos y privados tras masivas bajadas de tipos de interés e incentivos masivos que llegaron desde la legislación a la regulación local y supranacional. Lehman Brothers no es una causa, es una consecuencia de años de legislación y políticas monetarias incentivando el riesgo.
En España se repite constantemente que la banca fue rescatada con dinero público cuando es un grave error y, además, una manipulación. Se rescataron los depósitos de aquellas cajas gestionadas por políticos que se lanzaron a tomar un nivel de riesgo inasumible en el negocio bancario tradicional. Tanto, que la banca privada tuvo que aportar 14.500 millones de euros para evitar el colapso del sistema. Las cajas eficientes y gestionadas por profesionales no solo no recibieron dinero público, sino que siguen aportando valor y servicio, igual que los bancos.
La segunda parte de la frase, “ahora (la banca) es la solución”, es igualmente peligrosa. La banca, como lo fue en 2008 y todavía más hoy, será parte de la solución, pero no podemos apostar, como está ocurriendo en la eurozona, toda la carga de la crisis al balance de los bancos. Explicaré por qué.
Cuando en Europa los economistas hablan sin cesar sobre las diferencias de resultado de las políticas monetarias y fiscales entre Estados Unidos —éxito— y Europa —pobre resultado—, muchos ignoran dos factores clave. En Estados Unidos, según la Reserva Federal de S Louis, menos del 15% de la economía real se financia a través del canal bancario, en la Unión Europea es casi el 80%. En Estados Unidos, además, existe un mecanismo mucho más libre, eficiente y rápido de limpieza de los préstamos de difícil cobro, de solución de impagos y recapitalización que se añade a diversificación máxima en los canales de financiación privada no bancaria. No es una crítica al sistema europeo, ya que el japonés es similar, sino un hecho. Por eso, la acumulación desproporcionada o forzada por ley de riesgo en los activos de la banca puede generar efectos colaterales adicionales y de largo plazo a muchos sectores.
Es, por lo tanto, esencial que en periodos de crisis los mecanismos de análisis de riesgos no se relajen, sino que se mantengan, para que la recuperación económica no se vea ralentizada por un problema latente en el sector financiero. El sector financiero es la sangre que permite a la economía funcionar y, por ello, no se debe incentivar que tome un riesgo desproporcionado.
La banca europea es mucho más sólida hoy que en 2008. En los últimos años, el sector bancario ha sido capaz de aumentar sus ratios de capital de máxima calidad (CET1) a razón de casi un 1% anual a pesar del difícil entorno económico en Europa, pobre crecimiento y, sobre todo, tipos de interés negativos que han diezmado los márgenes y beneficios del sector.
La banca europea ha sido capaz de fortalecer su balance y reducir riesgo en un entorno de destrucción de sus márgenes vía tipos negativos y regulación asfixiante. El impacto, según Scope Ratings, ha sido muy elevado, más de 25.000 millones de euros de pérdida de beneficios. Analizando los beneficios del sector financiero (SX7E Index) entre 2014 y 2019, el margen de beneficio neto (net income margin) ha caído un 30%, el beneficio por acción ha caído una media del 13% y la capitalización del sector en bolsa se encuentra a mínimos históricos.
Es, por lo tanto, una muestra de fortaleza que, en un entorno tan difícil, el sector haya reducido a menos de la mitad sus préstamos de difícil cobro a (NPLs) a 636.000 millones de euros según la European Banking Association, es decir, un 3% de los activos totales y, a la vez, haya aumentado su ratio de capital de máxima calidad (CET1) al 14,8% y su ratio de capital total al 18,4% con un apalancamiento del 5,68%.
Ante la crisis del Covid-19, los estados europeos han lanzado enormes programas de aparentes ayudas a empresas y particulares, pero el denominador común de todos estos programas es apalancar de manera exponencial el balance de la banca.
En mi estudio “Monetary and Fiscal Policies In The Covid-19 Crisis. Will They Work?” explico cómo la mayoría de los estados europeos han tomado la decisión de utilizar masivamente el balance de la banca mediante préstamos avalados parcial o totalmente por dichos estados. Sin embargo, no podemos olvidar que son préstamos y que en su inmensa mayoría van a empresas con enormes dificultades por el cierre forzoso de la economía lo que supone, en algunos casos, duplicar el riesgo de la banca.
Alemania, por ejemplo, ha tomado medidas fiscales equivalentes a un 4,5% de su PIB, pero medidas de apalancamiento bancario vía líneas de liquidez y préstamos bancarios equivalentes al 24% de su PIB. En el caso de Francia, medidas fiscales por un 2% del PIB y de apalancamiento bancario del 14% del PIB. En el de Italia, un 1,4% y un 20% respectivamente, y en el de España, un 1,4% y un 8% en los mismos conceptos.
Creo que es obvia la desproporción. Los Estados europeos se han lanzado a intentar rescatar la economía, cerrada por decisión estatal, vía enorme aumento de la deuda y multiplicando el riesgo en el balance de los bancos. Que el Estado “avale” parte de esas cifras ni elimina el riesgo ni lo modera, porque esos avales, si se ejecutaran, se van a pagar con más deuda y más impuestos en los países y, con ello, menor crecimiento e inversión.
Los estados europeos están exigiendo a la banca sorber y soplar a la vez. Le exigen fortalecer su balance en un entorno de tipos negativos y fiscalidad onerosa, y a la vez, aumentar de manera desproporcionada el crédito concedido tomando mayor riesgo por menor rentabilidad. Y nos podemos enfrentar a un problema financiero mayor a futuro porque, al contrario de lo que esperan la mayoría de los estados, la probabilidad de una recuperación rápida y en forma de V de la economía de la eurozona es muy baja.
Otro factor importante que considerar en estos enormes planes es el riesgo de asignar liquidez y capital a quien no lo necesita o, peor, a quien no debería concedérsele más crédito. La inmensa mayoría de las ayudas vía préstamos que están concediendo los estados europeos se centran de manera muy relevante en sectores que ya estaban “zombificados” y con dificultades en 2016-2019, enormes conglomerados o sectores llamados estratégicos por los gobiernos que nunca han tenido problema para acceder a crédito. Mientras se rescata a sectores zombie (aquellos que no pueden cubrir su factura de intereses con beneficios operativos, según BIS el 9% de las grandes empresas en la eurozona), se deja caer en dominó a todas las microempresas que ni tienen acceso a crédito por no tener activos mobiliarios, ni lo tenían en 2019 porque mantenían su actividad pero no daban beneficio, es decir, reportaban bases imponibles negativas (más de la mitad de las empresas de España, según la AEAT).
La solución no puede pasar por enormes préstamos para pagar impuestos en el futuro mientras se aplica la política del avestruz esperando que nos recuperemos en V. Debe venir por líneas de liquidez sin recurso a corto plazo y exoneración de impuestos durante la crisis añadida a un ajuste radical de partidas presupuestarias no esenciales.
No se puede pedir a la economía real que hiberne endeudándose, ni se puede pedir economía de guerra al sector privado con economía de bonanza en gasto público innecesario. Se trata de usar el espacio fiscal que tenemos para preservar el tejido productivo y no crear un problema en el sector financiero a medio plazo que ni tiene ni debería tener.
El lector puede decir, entonces, que la solución sería una enorme banca pública que rescatase todos los sectores ya que no lo puede hacer la privada. Vuelvo a negar la mayor. La inmensa mayoría de sectores no necesitan ser rescatados por mala gestión, se les han eliminado las ventas por decisión gubernamental. En el mundo hay capital suficiente y ganas de colaborar en sobreponernos a la crisis y fortalecernos. Lo que hay que hacer es permitir que esa inversión llegue y se canalice de manera eficiente y rápida, no entorpecerla.
No debería hacer falta recordarlo, pero los estudios internacionales muestran que la banca pública tiene peores ratios de solvencia y liquidez, además de gestión política. No tenemos que recordarle a nadie que fueron dos bancos públicos, Freddie Mac y Fannie Mae, los que inflaron la burbuja “subprime” prestando sin control y con criterios políticos a ciudadanos sin recursos. Y vuelvo al comienzo del artículo ¿de dónde pensamos que sale el dinero con el que la banca pública aparentemente rescataría a todos? De nuestros impuestos.
La banca europea puede enfrentarse a los riesgos de la crisis del Covid-19 gracias al fortalecimiento previo de su balance. El sector financiero puede atender el aumento de riesgo de sus activos actuales, donde ya es evidente que se van a disparar los préstamos de difícil cobro y caer las valoraciones de dichos activos. Incluso en un escenario de recuperación en forma de L, el sector bancario puede sobreponerse a la crisis, sin negar que las caídas de beneficios van a ser muy relevantes, pero el sector bancario no puede rescatar a toda la economía de la eurozona de los errores de planificación sanitaria y económica de los gobiernos.
Luchar contra la pandemia y preservar el tejido productivo no son objetivos excluyentes. Cargar a la banca con riesgos multiplicados puede generar un problema mayor y de largo plazo.