El concepto de riesgo aparece siempre que hablamos de inversiones y aparece siempre asociado al de rentabilidad, aunque es un concepto menos intuitivo y con un componente de apreciación psicológica del inversor. Además, es un factor fundamental en la elección de una opción u otra para nuestro dinero.
Sin embargo, antes, conviene señalar que existen varios tipos de riesgos financieros: de precio, de tipo de interés (afecta, por ejemplo, a los títulos de renta fija, cuyo valor varía en función de los tipos), de liquidez (posibilidad de deshacer la inversión a su valor de mercado), de divisa, etc.
Riesgo de crédito
Se produce cuando una de las partes de un contrato financiero no asume sus obligaciones de pago. Por ejemplo, si un comprador obtiene un préstamo para adquirir un automóvil, se está comprometiendo a devolver ese dinero con un interés. El riesgo de crédito va unido a la posibilidad de que se produzca un impago de la deuda.
Riesgo de liquidez
Se produce cuando una de las partes contractuales tiene activos, pero no posee la liquidez suficiente con la que asumir sus obligaciones. Cuando una sociedad no puede hacer frente a sus deudas a corto plazo ni vendiendo su activo corriente, dicha sociedad se encuentra ante una situación de iliquidez. Además, también puede suceder que una empresa puede encontrarse en una fase de continuas pérdidas de cartera, hasta que llega el momento que no puede pagar a sus trabajadores.
Riesgo de mercado
Es el que nos encontramos en las operaciones enmarcadas en los mercados financieros. Dentro de este tipo, distinguimos tres tipos en función de las condiciones de mercado:
Como decíamos, cuando invertimos nuestro dinero asumimos, siempre, determinados riesgos. Por ello, todo inversor debe tener en cuenta las dos caras de la moneda: la rentabilidad que podemos esperar y el riesgo que debemos asumir para alcanzarla.
La rentabilidad es lo que obtenemos por nuestro dinero al invertirlo. Aunque la mayoría de los inversores somos capaces de entender qué es la rentabilidad y cuánta deseamos obtener, la percepción que cada uno tenemos del riesgo es muy distinta; es un concepto más subjetivo, dado que está determinado por elementos emocionales. En periodos de medio y largo plazo, la relación entre ambas variables es, en principio, directa y para logar una rentabilidad mayor tendremos que asumir será más riesgo, aunque no siempre es o ha sido así.
Cuando hablamos del riesgo de las inversiones, debemos tener en cuenta otras muchas cuestiones. Por un lado, cuando invertimos con la vista puesta en el largo plazo, pensando, por ejemplo, en construir nuestro ahorro para la jubilación, un riesgo muy importante es que el dinero pierda valor porque la rentabilidad que obtenemos (o que no obtenemos) por él no supera a la inflación. Por ejemplo, si tenemos 100.000 euros, en un escenario de inflación anual del 2% y los dejamos en una caja fuerte en casa porque no queremos asumir el riesgo de invertir, dentro de 20 años su valor equivaldrá al de 67.000 euros de hoy. Habremos perdido un tercio de nuestro poder de compra.
Otro riesgo que tenemos que valorar es el del coste de oportunidad: si invertimos en un activo poco líquido -por ejemplo, un inmueble- recuperar el dinero si lo necesitamos tendrá un coste, igual que si intentamos moverlo a otra inversión que en un momento dado pueda ser más rentable.
Entender el riesgo, adecuar el riesgo de nuestras carteras a nuestros objetivos y a nuestro perfil, es fundamental para lograr nuestras metas, para que podamos comprometernos con nuestro plan de ahorro e inversión en el medio y largo plazo y evitar la tentación de tomar decisiones que nos pueden perjudicar movidos por la emoción del momento.
En los momentos de turbulencia en los mercados, es importante tomar distancia, poner perspectiva, y contar con el mejor asesoramiento para evitar errores que nos pueden costar dinero, que no es otra cosa que el medio para conseguir lo que nos importa; nos puede costar el poder montar nuestro negocio, la oportunidad de reciclarnos a mitad de nuestra carrera profesional o nos puede costar nuestro nivel de vida durante la jubilación.
Es importante, mediante un ejercicio de correcta planificación financiera cuál es nuestro perfil, cuánto riesgo queremos o podemos asumir y qué rentabilidad objetivo necesitamos como punto de partida para seleccionar las inversiones que son más adecuadas para nuestro caso.