Hay nervios. Nada más que un par de nombramientos de euroescépticos para puestos de la gigantesca burocracia italiana fueron suficientes para golpear con algo de fuerza a los activos europeos, en bolsa y en bonos.
A ello le sumamos la amenaza latente de una guerra comercial a nivel global por más que los titulares solo nos hablen del enfrentamiento entre China y EE.UU., y ya tenemos un cóctel envenenado y listo para plasmarse en volatilidad.
Una pasada de frenada de los bancos centrales sería la puntilla para acabar con el mercado, de ahí, entre otras muchas cosas, que sigan optando por dar los pasos con mucho cuidado. Como el Banco de Inglaterra, que a pesar de mantener la política monetaria, habla, a través de los votos, de la posibilidad de endurecer la política monetaria cuando haga falta. Suerte que la inflación, ni con la libra desterrada, es un tema de moda.
Y por qué no meter en este saco al petróleo, que ya a principios de 2016 fue capaz de poner en jaque la actividad económica global. Todo apunta a que las tesis saudíes y rusas, proclives a incrementar la producción en ese millón de barriles que se ha escapado, se van a acabar imponiendo, lo que al menos en la teoría debería reflejarse en presión a la baja sobre los precios. Aquí y si se aprueba, lo interesante va a ser comprobar si entre todos se las arreglan para pisarse y acabar sacando al mercado más de ese millón.
Suerte ahora que la macro y la micro hacen de soporte para aguantar lo peor de lo anterior. Por ejemplo, los test sobre el estado de la banca norteamericana de la Reserva Federal demuestran que el sector tiene una base sólida. Por el contrario, el índice de indicadores de tendencia retrocedió un par de décimas respecto a la lectura anterior, si bien aún sigue en entorno de crecimiento como para preocuparse nada.
Buen fin de semana.