De repente las perspectivas del mundo están bien y todo mejora. Ojalá. Ayer fue un buen día para las bolsas y para muchas de las referencias de deuda porque se juntaron algunos de los factores que son música para los oídos de los inversores: estímulos, liquidez, vacuna.
Los dos primeros están íntimamente relacionados. Fue Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, el que arengó a las masas con su compromiso con la economía americana, dejando claro que seguían teniendo mucha munición disponible aun con los tipos en cero. En otras latitudes, Macron y Merkel anunciaban la creación de un programa de emisión de bonos desde la Comisión Europea por importe de unos 500.000 millones de euros, que se transferirían a los países más afectados y con mayores necesidades, o lo que es lo mismo, los países del sur. Tampoco se queden mucho con la copla, porque este plan francoalemán debe ser ratificado por los socios y, como era de esperar, las naciones del norte no están muy por la labor de regalar nada a nadie que viva más abajo de los Alpes. En cualquier caso, ambas noticias eran más leña al fuego.
Una vacuna. Eso que hemos estado deseando que llegue para volver a nuestra vida normal (que no a la nueva normal). Pues bien, es de lógica que reine el optimismo en los mercados si el ensayo en fase 1 de la americana Moderna es autorizado para pasar al siguiente escalón. Al parecer, los pacientes tratados crean anticuerpos para el coronavirus. O al menos eso sucedió en el caso de los ocho participantes. Si los estímulos eran más madera, el hecho de poder tener una vacuna en menor tiempo del esperado es arrojar gasolina a ese mismo fuego. Con tantos inflamables implicados se entiende el incendio alcista de ayer.
Buen martes.