Lo de buenos, según quién, qué, cómo, cuándo…
Esto de la guerra comercial, más allá de la multidireccionalidad que está tomando, está atrapando permanentemente a los inversores entre el vender, el comprar y el mantener. Un día a tu favor, otro(s) no, pero desde luego que está tirando por la borda todo lo que sea estudio fundamental de la economía y las compañías en favor del tuit de turno.
Ayer, con el mercado ya cerrado, último capítulo del espectáculo de masas en el que Trump está convirtiendo las distintas políticas sobre las que tiene mano. Contradiciendo otra vez más a uno de sus asesores, amenazó el presidente de EE.UU. con imponer una segunda ronda de aranceles por valor de 100.000 millones de dólares sobre productos chinos, quienes seguro que callados no se van a quedar.
Sobre Trump y su forma de dirigir un país hay opiniones para todos los gustos, aunque lo que nadie en los mercados financieros puede negar es que es el gran animador. Nada ni nadie ha sabido darle tanta vida a los activos de riesgo ni a los índices de volatilidad, ayudando de paso a descubrir oportunidades escondidas. Que es que el que no se consuela es porque no quiere.
Por eso mismo es por lo que la lenta desaceleración de los indicadores de actividad no se está notando sobre los activos. Ayer se confirmó el segundo descenso consecutivo del PMI compuesto de la zona euro (descenso no significa crisis), también unas ventas minoristas que a duras penas crecieron en febrero, y muy importante, un índice de precios de producción de la región que demuestra que presiones inflacionistas hay las justas. Y a pesar de todo ello la rentabilidad de la deuda europea subió debido al buen comportamiento de las bolsas. O lo que es lo mismo, no hay fundamental, todo es sentimiento.
Buen fin de semana.