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23/12/2022 AUTOR: Daniel Lacalle Estrategias

Un año para tomar impulso

Un año para tomar impulso

El año 2022 ha sido uno de los peores para los activos de riesgo en la historia reciente. No solo han caído las bolsas desde los máximos registrados en octubre de 2021 sino que ha sido el peor año para los bonos en décadas.

 

Cosas que merecen tenerse en cuenta:

 

En medio de la invasión de Ucrania y los riesgos geopolíticos, el petróleo se ha dado la vuelta en la última parte de 2022 y se sitúa a 79,3 dólares el barril (WTI, todas las cifras a cierre de este artículo).

 

El oro se depreció un 1% en dólares, pero subió en euros más de un 5%, y también se revalorizó en libras, yenes y la mayoría de monedas globales.

 

Los bonos soberanos de los países desarrollados cayeron un 16% en euros. Los bonos corporativos, en general, cayeron un 13% en euros.

 

El activo inmobiliario global cayó un 22% en euros.

 

Las bolsas de países desarrollados cayeron un 16% en euros y las emergentes un 18%.

 

Las criptomonedas cayeron un 70%.

 

Y el rey de 2022 fue el dólar. ¿Qué puede cambiar en 2023? Hemos vivido un año que empezaba con exceso de optimismo y elevadas valoraciones, y además arrastrado por una década de tipos bajos y exceso de liquidez. Solo con unas pocas subidas de tipos se ha desmontado el castillo de naipes de la expansión constante de múltiplos.

 

Piensen por un momento lo siguiente. Las criptomonedas, el activo más volátil, han perdido hasta un 70% de su precio tras un aumento exponencial, pero es que los bonos soberanos han perdido un 11%-20% dependiendo del país. Es decir, si el activo que supuestamente tiene menor riesgo pierde un 11-20% y el de mayor riesgo un 70% ¿Cuál estaba más inflado y ha sufrido una mayor caída con respecto a la volatilidad y riesgo tomado? Efectivamente: el bono soberano.

 

La burbuja de bonos soberanos creada al calor de la expansión cuantitativa y los tipos negativos ha explotado en todo el mundo. Y eso, aunque parezca negativo, no lo es. Es una buena noticia.

 

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2022 ha supuesto una oportunidad para ajustar valoraciones de activos sobrepreciados y el aspecto más positivo de cara a 2023 es que el mercado ya descuenta un entorno de estancamiento global con elevada inflación y unas subidas de tipos que, aunque habían sido anunciadas mil veces, no dejaron de sorprender a los más expuestos al ciclo.

 

Como inversores debemos aplaudir las subidas de tipos porque un año malo de activos de riesgo es manejable, pero una década de estanflación es mucho peor y además —y esto es clave— los que defienden que los bancos centrales no deberían subir tipos y mantener el exceso de liquidez están defendiendo el empobrecimiento masivo de la población durante muchos años.

 

Para 2023 no podemos cometer el error de pensar que los bancos centrales “no se van a atrever” a normalizar la política monetaria. Hemos vivido las subidas de tipos, pero falta descontar el drenaje de liquidez, la reducción del balance de los bancos centrales. En agregado, estamos hablando de una reducción de liquidez necesaria de al menos tres billones de dólares y hasta cinco billones, que se realizará vía vencimientos de deuda y eliminando TLTRO. En 2023 vence casi un 20% del balance de la Reserva Federal y eso ayudará a reducirlo rápidamente, pero esos vencimientos del Tesoro se van a refinanciar en el mercado, por lo que debemos considerar la reducción del balance sumada a las necesidades de refinanciación de deuda de los estados como los factores de drenaje de liquidez hacia el resto de activos de riesgo más importantes.

 

Es decir, si el mercado ha vivido la mayor expansión de múltiplos de la historia en dos décadas de exceso monetario, una reducción del balance de los bancos centrales de tres billones de dólares mínimo junto a unas necesidades de refinanciación de deuda estatal de más de dos billones de dólares significa que en el mejor de los escenarios tendremos cinco billones de dólares de retirada de liquidez que impactará a los activos inmobiliarios, claramente, renta fija más arriesgada y bolsas con componente más cíclico.

 

Lo que esto significa es que no podemos contar con expansión de múltiplos y, a la vez, Morgan Stanley y Goldman Sachs alertan de una lógica recesión de beneficios ante la caída de márgenes por la inflación y la ralentización de la economía global.

 

Si todo esto es así, ¿por qué invertir? Primero, porque por primera vez en dieciocho meses los mercados descuentan un entorno más ajustado a la realidad en vez de los mundos de Yupi del inflacionismo. Segundo, porque ninguna cartera de éxito a largo plazo se ha construido en mercados exponencialmente caros. Por primera vez en años podemos encontrar valores y activos realmente atractivos en precio. Tercero, porque el escenario que se dibuja puede tener incertidumbre, pero no refleja los riesgos de una crisis financiera. Por eso hay que apoyar la normalización monetaria. Porque otro año de exceso sí que habría creado las condiciones de acumulación de riesgo que podrían haber lanzado al mundo a una crisis. Y una economía al borde de la recesión no es un escenario positivo, pero no olvidemos que es mucho peor una crisis.

 

Lo que debemos hacer es olvidar los índices y las apuestas expansivas a cualquier precio y centrarnos en los fundamentales. Ya dijimos en 2019 en nuestra presentación estratégica con José Miguel Maté que debíamos volver a los fundamentales y analizar con detalle el escenario de beneficios y solvencia empresarial a la hora de invertir. Desafortunadamente, la aberración monetaria cometida en 2020, cuando se multiplicó el aumento de la masa monetaria por cinco comparado con lo que ya era un exceso previo, acostumbró a muchos operadores a contar con una expansión de múltiplos injustificada y peligrosa.

 

Es urgente recordar a los ciudadanos que un mal año de bolsa es mejor que una década de estanflación y que el error monstruoso cometido en 2020 por los bancos centrales debe revertirse por el bien de todos.

 

Debemos apoyar la reducción del balance de los bancos centrales y las subidas de tipos como ciudadanos y como personas responsables porque hay que combatir el destrozo creado en 2020 y porque no deberíamos desear el empobrecimiento generalizado de la población a cambio de una subida de la bolsa. Y, teniendo en cuenta ese escenario, tenemos que aprovechar las oportunidades de valor que nos ofrece un mercado volátil para crear carteras a largo plazo.

 

 

Daniel Lacalle
Economista Jefe

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