Esta semana no debería ser de sorpresas desagradables, y esperamos que no afecte a los mercados que la Fed o el BCE aparezcan con un regalo inesperado que dé al traste con todo.
Poca macro ayer, pero creciendo a lo largo de los días, esperemos que para mostrar una recuperación económica fortaleciéndose, solo con la clase política como el sempiterno riesgo incalculable.
Precisamente es este segmento, el de los dirigentes, el más movido. En EEUU porque las elecciones al representante en el Senado podrían complicar los planes para aprobar una reforma fiscal que avanza como buenamente puede, entre críticas de propios y extraños. Y en el Reino Unido porque ahora que parecía que había ciertos progresos, dice Theresa May que no pagarán la factura del brexit, otro golpe más de timón con el que tan solo consigue minar su poder e influencia dentro y fuera de las islas.
A pesar de todo esto no nos engañemos, porque las conversaciones de la calle no van sobre si se suben tipos o si el consumo aporta más que la inversión. Toca bitcoin. Desde ayer que cotizan en un mercado organizado como es el de derivados de Chicago, parece que ya empiezan a acercarse a la mayoría de edad. El problema que con variaciones intradiarias del 10, 15 o 20% se puede afirmar que pierden el carácter de inversión y se acercan más al de especulación. ¿La llegada de esta y otras criptomonedas no está diciendo algo que aún, con toda la humildad que requiere, no somos capaces de ver? ¿Es un cambio o una muestra de que la locura burbujera está en pleno esplendor? ¿O las dos?
El petróleo, por eso de que la gasolina es un bien de uso diario, también puede ser propio de hablar. Con la resaca posterior a la renovación y extensión de los acuerdos de la OPEP, el barril se ha permitido alcanzar máximos de dos años y medio, si bien necesitamos saber que la interrupción de un oleoducto en el mar del Norte o la «estabilidad ganada» por el chavismo en las últimas elecciones siempre son un apoyo.
Buen día.