La actualidad brasileña tuvo el impacto que tiene que tener según cada mercado, permitiendo que Trump y su Rusiagate pasasen a un segundo plano.
Y es que la posibilidad de que Temer siga el mismo camino que Rouseff va ganando enteros con el paso de las horas, lo que haría que los mercados y el cambio de rumbo de la economía de Brasil perdieran a su gran valedor.
Por el contrario, los indicadores económicos de EEUU sirvieron para dar un respiro a los inversores, porque tanto los subsidios semanales de desempleo como el regional de Filadelfia así lo permitieron. Esto a pesar de que un adelantado como el Leading Indicator, un agregado de distintas variables de la economía y los mercados de aquel país, subiera una décima menos de lo que se esperaba.
En Europa el calendario macroeconómico tan sólo dejaba un repunte de los precios de producción, llegado tanto por la vía de la oferta como por el de la demanda. Pero no era eso lo que más llamaba la atención, sino dos de los puntos de mayor fricción. Por un lado, Grecia, donde la aprobación de la nueva tanda de recortes demuestra (una vez más) que hacer política y hacer economía pueden llegar a ser cosas opuestas. Y por el otro, la patata caliente que responde al nombre de Banco Popular para sus potenciales compradores, pues el mercado no parece perdonar a todo aquel que se postule.
Ya que ayer el BCE, la Fed, el BoE o el BoJ no aportaron novedades en materia monetaria, recogieron el testigo los bancos centrales latinoamericanos, por supuesto todos ellos con un ojo puesto en el futuro inmediato en Brasil. Desde un extremo, México elevaba los tipos de interés para combatir la inflación ahora que parece que no es necesario combatir los Trumponomics devaluando el peso. Y desde el otro, Chile recortaba el precio del dinero para ayudar a reactivar la economía.
Buen fin de semana.
Amílcar Barrios Vilallonga
Dirección de Inversiones