Ayer sucedió uno de esos eventos que podremos contar a nuestros nietos. Vimos por primera vez cómo la gente era capaz de pagar con tal de no recibir en mayo los barriles de petróleo WTI que en un principio pretendían comprar. No hay donde almacenarlo y los inversores prefieren regalar los barriles a tener que hacerse cargo de ellos.
La fuerte caída de la demanda debido al confinamiento en importantes economías occidentales ha provocado que los almacenes estén a rebosar y ya no haya donde guardar todo el petróleo producido en el mundo. Tal es la magnitud del problema, que el crudo almacenado en tanques flotantes está en niveles récord de 160 millones de barriles y en Cushing (EE.UU.) ya no saben qué hacer con él. La industria ha ido poco a poco reduciendo la extracción, pero se ha visto incapaz de contrarrestar un desplome de la demanda del 30%.
Este evento inusual y que seguramente sea temporal provocó la corrección de los mercados norteamericanos. Tampoco ayudó que el índice de actividad económica elaborado por la Fed de Chicago se situará cerca de los mínimos de 2008 y no descartamos que el próximo mes veamos cifras de mediados de los 70. En cambio, en Europa vivimos una jornada más placida, sin prácticamente cambios.
Por su parte Japón vuelve a aumentar los estímulos. Buscan reactivar el consumo privado como sea. A pesar de llevar 30 años de estancamiento económico, una y otra vez no paran de acometer las mismas medidas. A estas alturas de la película ya deberían haberse dado cuenta de que sus problemas no se solventan con más deuda, gasto público y devaluaciones monetarias. Es hora de empujar las reformas estructurales prometidas por Abe cuando llegó al poder, no persistir en los mismos errores y ya de paso marcarnos el camino a unos europeos que vamos de cabeza hacia la misma situación.
Pero no todas las noticias son negativas. Europa empieza a reabrirse poco a poco. Nuestros vecinos del norte ya pueden ir a tiendas pequeñas o incluso a la peluquería. Un motivo de esperanza.
Buen día. #UnDíaMenos