Los mercados, después de recuperar gran parte de lo perdido en algunas regiones, y de recuperar “algo” en otras latitudes, parecen instalados en un rango lateral en el que los indicadores de codicia y miedo cambian radicalmente por días. Si parece que las vacunas van adelante, si parece que los representantes de los partidos estadounidenses se reúnen algunos minutos más de lo esperado, o si Boris Johnson se levanta menos combativo con Bruselas, el día suele ser tranquilo y positivo. Si alguno de estos eventos tiene novedades negativas, suele trasladarse con mayor o menor impacto en el comportamiento de los activos de riesgo.
Y así estaremos, creemos, al menos, hasta las elecciones norteamericanas del próximo 3 de noviembre. Treinta millones de electores ya han emitido su voto de forma adelantada y, aunque parece que Joe Biden sigue manteniendo cierta ventaja, en algunos estados clave Donald Trump podría estar recortando distancia. Que no les extrañe tomar las uvas sin saber quién se sentará en el despacho oval, pues el recuento se espera convulso.
Lo que sí deberíamos saber en dicho momento es qué pasará con Reino Unido. Es más, sea lo que sea, se activará en cuanto Cristina Pedroche nos enseñe su “modelito”. Vale, no, será unos minutos más tarde, porque a partir de las 12 de esa noche tenemos la garantía (en principio) de que el enemigo favorito de Blas de Lezo dejará de formar parte del proyecto común. ¿Con acuerdo, sin él? Depende de la política y cuando algo depende de la política… ¡Qué les voy a contar! Con el bochornoso espectáculo que estamos viendo últimamente en nuestro Congreso, sede de la soberanía popular, por parte de los 350 diputados que lo componen, me podría esperar hasta a Boris Johnson y Angela Merkel firmando un acuerdo en el último minuto del 31 de diciembre en el chalé más famoso de Galapagar. España, where amazing happens.
Antes de acabar, en tono nacional, parece ser que el Gobierno no va a pedir la totalidad de los fondos europeos que nos corresponden. Así, solicitaríamos solamente aquellos que son subvenciones, y no los que se estructuran vía créditos. Dicen que es para elevar la credibilidad del país, pero que el Gobierno no quiera comprometerse con sus socios europeos a devolver lo que se le presta, al menos a mí, lo que se dice confianza, no me genera.
Buen martes.