Después del atracón de carbón navideño que nos hemos pegado hasta el cierre del año pasado, 2019 ha empezado con algo más de calma gracias a que las valoraciones se han puesto en niveles de cierto atractivo que nadie esperaba ver si tiramos de hemeroteca.
Para que las pantallas estén en verde han sido necesarias especialmente dos cosas: que la Reserva Federal parezca estar planteándose seriamente hacer un alto en el camino (el acta hoy nos dirá si efectivamente van por ahí las intenciones) y que EE.UU. y China se sienten a negociar una salida a las tensiones comerciales con la mejor de las intenciones, dado que ya están sufriendo en sus propias carnes los efectos de un escenario menos benévolo para el comercio.
Esta (muy) relativa mejora del sentimiento no está teniendo en cuenta el empeoramiento de las condiciones económicas, quizás porque aunque la desaceleración es evidente, no tanto los puntos de vista más agoreros. Por eso mismo el Banco Mundial habla en el informe de expectativas en vez de una recesión a la vista, de una rebaja del crecimiento global para este año al 2,9% apuntando como culpables a lo de siempre, es decir, tensiones comerciales, factores políticos y ahora la inestabilidad de los mercados.
Conviene además entrar a detallar la evolución de los indicadores económicos alemanes por miedo a que la contracción del tercer trimestre se alargue también al cuarto y lleve a la locomotora a una recesión oficial. Por si a alguien aún le quedaban duda de que una guerra comercial es una amenaza real para la actividad, la fuerte caída de los últimos datos sobre la industria de Alemania, pedidos de fábrica y producción industrial, confirman tal punto, así como explican en parte por qué la bolsa alemana ha sufrido incluso más que las del resto.
Buen día.