Parece que Donald Trump y Kim Jong-Un se han cogido tanto afecto como para poder verse una segunda vez y dejar otra foto para la escena internacional. Aunque ciertamente, el mercado está ahora más preocupado por el comercio de bienes (y servicios) que por el intercambio de misiles, por si EE.UU. aplica aranceles a la totalidad de las importaciones chinas o por si se alcanzan acuerdos con socios del calibre de Canadá o Europa.
Tan largo recorrido de esta guerra de tarifas era obligado que tuviera algún impacto, por limitado que pudiera ser, sobre la actividad real. De entre los últimos datos publicados, el Sentix, que mide la confianza de los inversores en Europa, retrocede principalmente por culpa de este motivo, sin quitarle méritos al laberinto político de diario en la región. En cierta medida, esto de una hipotética guerra comercial también es aplicable al descenso de los indicadores de precios de China más allá de que la ralentización económica era más o menos esperable.
Retomando eso del laberinto político en que nuestros dirigentes convierten su trabajo, la sorpresa fue mayúscula cuando Barnier, negociador en jefe de la UE para el brexit, afirmó que en menos de dos meses puede haber un acuerdo con el Reino Unido. Y si se le ha dado veracidad no ha sido precisamente por el inmenso poder de Europa, sino por la nefasta imagen que han venido dando desde Londres desde el día mismo en que las Islas decidieron emprender el camino en solitario.
Buen día.