Puede que hubiese por ahí quien pensase que esto de la pandemia ya estaba acabado y la realidad es que la llegada del frío y el invierno a la mayoría de los países desarrollados no está mostrando que el virus no estaba muerto, solo dormido. La (inserte aquí el número que toque) ola de contagios parece estar avanzando en Europa, con la salvedad de España, a la que Merkel, por primera vez en mucho tiempo, ha puesto como ejemplo de algo: los altos niveles de vacunación existentes en la península ibérica son la razón para que aquí, la incidencia continúe contenida frente a los niveles que encontramos en los países centroeuropeos.
¿Estocada mortal a la temporada de Navidad? ¿Ayudará el Black Friday a salvarla o será de verdad un día muy black? Entre los ya conocidos problemas de suministros y que la situación epidemiológica no va ayudar, por mucho que Austria se empeñe en decir que el confinamiento de más del 30% de su población (todos aquellos que no están vacunados) no afectará al comercio minorista, no descartemos que aparezca el grinch esta vez sí que sí.
¡Ay, los precios! No podíamos irnos sin hablar de los precios, que continúan siendo el gran catalizador en los mercados. De hecho, ya no solo tiene sus implicaciones en las posibles subidas de tipos que puedan acometer los bancos centrales (la Reserva Federal fundamentalmente) sino también en las decisiones tomadas por el Congreso y el Senado americanos. Algunos demócratas se cuestionan ya si se debería aprobar el programa de infraestructuras del presidente Biden en este momento, pues la inyección de cerca de dos billones de dólares es otra presión inflacionista más. Es decir, sería como echar más leña al fuego. Esto no son cábalas, sino realidades. Así lo demuestra la última lectura del índice de confianza de la Universidad de Michigan, del que podemos desprender que el sentimiento ya se ha visto afectado por la escalada en los precios.
Enorme grado de incertidumbre y pocas certezas. Al menos, siempre nos quedarán los resultados empresariales.
Buena semana.