Ya no caemos ni un 4 ni un 6%, pero eso de acostumbrarnos a la volatilidad casi que va a ser imperativo.
Con algo más de calma en el cuerpo, es hora de analizar qué ha pasado y la conclusión es, a priori, que nada. ¿Entonces? Fácil: muchos, si no demasiados, están invertidos donde su perfil de riesgo realmente no llega, y si a eso le sumamos que vivimos en un mercado intervenido/alterado por los experimentos monetarios de toda esta década, solo nos queda prepararnos, como así ha sido, para un mercado que magnifica el más mínimo susto.
Aunque las expectativas de inflación y crecimiento vienen empujando hacia arriba las rentabilidades de la deuda, eso no quita que el recurso del refugio siempre esté a nuestro alcance. Pasó con las rentabilidades de los bonos de EE.UU. y Alemania cuando las caídas se maximizaban, y también puede estar pasando ahora que el dólar vuelve a recuperar un terreno que quizás no debería haber perdido. Y mientras tanto la volatilidad sigue en niveles elevados que reflejan que otro estallido es una posibilidad muy real porque el miedo ni mucho menos ha desaparecido.
Cambiando de registro, en las últimas horas se han alcanzado dos hitos en el frente político, aunque la verdad que en el mercado eso ahora mismo preocupa más bien poco. Comenzando con EE.UU., el acuerdo presupuestario para los dos próximos años, combinado con el traslado del techo de deuda al 23 de marzo, despeja una variable que siempre genera incertidumbre. El único pero que se le puede encontrar es que este pacto implica más gasto, que lleva a más déficit justo en el momento en que se tiembla ante los repuntes de rentabilidad de los Treasuries. Y el otro nos lleva a Alemania, donde a falta de aprobación entre las bases socialdemócratas, hay pacto de gobierno más de cuatro meses después de celebrarse las elecciones.
Y Guindos que igual se nos va al BCE…
Buen día.