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24/07/2019 AUTOR: Virginia Pérez Palomino Análisis & Inversiones

No me olvido de mi cartera ni en vacaciones

No me olvido de mi cartera ni en vacaciones

No puedo negar que han sido unos meses muy duros; ahora de viaje con mis amigos, me siento como un niño en la hora del recreo y compruebo que la vida tiene otros colores más allá del blanco y negro de mi pantalla (Microsoft), aderezada con los rojos y verdes de las cotizaciones (Facset). El mundo no está dividido en filas y columnas, pero encuentro recurrentemente en la naturaleza la ordenada sucesión de Fibonacci.

Tres semanas darán para mucho, o al menos eso pienso antes de sentir cómo el tiempo se deshace entre mis dedos como una trituradora hace con los residuos (West Management). Iniciamos nuestro periplo en la magnífica furgoneta de Pablo, que pasó la revisión (Applus) hace unos días, y dispone de válvulas (Rheinmetall) que permiten una marcada reducción de los óxidos de nitrógeno. Vamos a buen ritmo por la autopista (Vinci) escuchando nuestras canciones favoritas a través de Amazon music, a veces refunfuñamos cuando perdemos la cobertura y soñamos con el momento en el que el 5G (Nokia) sea una realidad. Los críos van más que entretenidos jugando al Fornite (Sony) en las filas traseras, el veo-veo y las palabras encadenadas forman parte del recuerdo.

Son imprescindibles las paradas para repostar «gasofa» (Repsol), da igual el país por el que transitemos, pagar con tarjeta (Visa) siempre es lo más fácil, ya haremos cuentas después. El bajar del coche al grito de: ¡zafarrancho de combate! es observar una máquina bien engrasada, aprovechamos para poner protector solar a los más pequeños (Estée Lauder), darle el Bisolvon (Sanofi) a Lola a ver si deja de toser y a María el complemento nutricional con Vitamina C (Koninklijke DSM). Mientras, Rocío compra unas latas (Ball Corporation) de refresco y yo hago la llamada pendiente a nuestra aseguradora (Allianz) para comprobar que todo está en orden.

Por fin llegamos a Amsterdam. Esta tarde-noche alguno ha preferido quedarse a descansar al fresquito del aire acondicionado (Ingersoll-Rand) del hotel; Javier “se sacrifica” al quedarse con la chavalería para dar una vuelta y llevarlos a cenar una hamburguesa (McDonald’s); mientras, otros vamos al cine para ver la última de Tarantino “Érase una vez en Hollywood” (Comcast Corporation) y no parar de hablar de pelis, hasta bien entrada la madrugada, con una buena copa en la mano (Pernod Ricard). A la mañana siguiente vamos al puerto y ahí está imponente el barco (Royal Caribbean) que nos llevará hasta Boston, Massachusetts. Alejándonos mar adentro veo cómo se van haciendo cada vez más pequeñas las gigantes cisternas en la terminal (Vopak).

La travesía resulta perfecta entre banales discusiones, sobre lo innecesario de traernos de casa el gel (Procter & Gamble), y sesudas conversaciones sobre ciencia (Illumina), la comparación de la Seguridad Social española con los seguros de salud en EE.UU. (Anthem) o las trascendentales: ¿queremos vivir nuestra cuarta edad juntos en una comuna o nos vamos a una residencia (Korian)?

Ya en la capital de Nueva Inglaterra, desde la última planta observatorio de un imponente rascacielos, puedo ver el helipuerto de un hospital y distinguir un helicóptero (Leonardo) y a través de los prismáticos creo vislumbrar un interminable tren de mercancías preguntándome si será acaso de Norkfolk.

Soy consciente de lo que llevo haciendo durante todo el viaje, reflexiono y me obligo a no pensar el mundo en formato compañías. Voy a sumergirme de nuevo en la apasionante novela que estoy leyendo, en mi Kindle (Amazon). ¡Oh, no! He vuelto a hacerlo.

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