La presentación de los resultados del segundo trimestre está teniendo un efecto balsámico previo al verano que los inversores están sabiendo aprovechar. Y lo están haciendo porque con ello consiguen olvidarse de los diversos factores de riesgo que pueden anular esta sensación de tranquilidad. Uno de dichos factores, el de la guerra comercial, puede marcar un nuevo capítulo con la reunión entre Juncker y Trump, de la que el primero espera sacar tiempo y el segundo una unión de libre comercio con una UE muy poco acostumbrada a desproteger a sus polluelos.
Las grandes compañías que presentaron cifras trimestrales fueron dejando esa buena sensación de la que viene hablando el mercado estos días. Las telecos norteamericanas por un lado o algunas de las automovilísticas europeas por el otro, pero sin engañarnos: el morbo lo ponen siempre los bancos. UBS o Santander, con sus diferencias, han incrementado el montante de sus beneficios, pero no así Deutsche Bank, que aunque no se oyen rumores de compra, fusión ni absorción, sigue en proceso de reestructuración para tratar de ser viable y salir de la lista negra de los inversores.
El lado negativo de la sesión lo introdujo la zona euro; bueno, para ser exactos, su PMI compuesto. Este indicador pierde casi medio punto en julio por culpa de la partida de servicios, pues la de manufacturas ha crecido. Pero lo peor son las predicciones de Markit (compañía que genera los PMI), según las cuales casi califica de falsas esperanzas los avances de recuperación en Europa para la segunda mitad de año con crecimientos de solo el 0,4%.
Buen día.