Sesión intensa la de ayer en los mercados y también en todo lo que los rodea.
Por eliminar esto último, tan solo comentar que Corea del Norte parece querer volver a adoptar la diplomacia nuclear como eje de supervivencia, mientras que Conte ya ha recibido el encargo de formar un gobierno italiano en el que como mucho aspira a marioneta de dos fuerzas que, más allá del discurso de culpar al euro de todo, no tienen absolutamente nada en común.
Pero el verdadero asunto del día eran las actas de la Reserva Federal, cuyo mensaje puede sintetizarse en dos ideas principales. La primera, por importancia lógica, es que los inversores han interpretado que en junio toca la siguiente subida de tipos, así como que se mantienen las perspectivas del FOMC en este aspecto. Y la otra es que los miembros de la Fed creen que la inflación no es una amenaza, sino que la recuperación de la presión en precios es producto de una normalización, trasladada esta a la política monetaria, que nadie se atreve a definir como restrictiva de las de antes.
En asuntos fundamentales el cupo de protagonismo de Europa fue significativo por cuanto plasmó la desaceleración que sufre la región. El PMI agregado ha caído en mayo un punto, si bien aún no cunde el pánico al entender el mercado que esto no nos lleva a una crisis inmediata, también por el colchón que sigue existiendo. Vista la realidad de EE.UU. y Europa se puede comprender que el euro siga perdiendo terreno contra el dólar.
Por último queda Turquía, que en los últimos meses ha conseguido poner de acuerdo a todo el mercado, en su contra. El desplome de la lira hasta mínimos históricos se explica por diversos factores, que van desde el serio problema que representa el endurecimiento de la política monetaria de EE.UU. para un país con un déficit por cuenta corriente como el turco, hasta la absoluta pérdida de confianza que supone el deseo de Erdogan de controlar el banco central. Esto sin tener en cuenta los desafíos de la absoluta falta de rigor económico de su gobierno.
Buen día.