El mercado sigue de dulce y obviando que esta semana EE.UU. y China han preferido subir el tono de la discusión cuando hace nada parecían tan proclives al acuerdo.
Tras la última amenaza de Trump, valorada esta en 200.000 millones de dólares, China aprovechó su turno para elevar a 60.000 millones su propia apuesta contra los bienes norteamericanos. Y los inversores pasando como si no fuera con ellos, cansados o acostumbrados como están ya a varios meses escuchando la misma música.
Otra vez más, la disposición de la Corea comunista a desnuclearizarse, como muestra de buena fe, pasó inadvertida dado que hoy por hoy la atención está focalizada en el comercio en vez de en los misiles. Más o menos como unas declaraciones de otro Donald, Tusk en este caso, que en calidad de presidente del Consejo Europeo, dejó caer que la probabilidad de un brexit sin acuerdo es bastante real. Aunque siendo Europa, una treta que evite los canales adecuados siempre puede ser esperable, en la Eurocámara o en el Parlamento de cada país.
El «más de lo mismo» es muy posiblemente la misma razón por la que los inversores hacen caso casi omiso a las reuniones del Banco de Japón, en las que sigue sin cambiar nada. De momento todo es estupendo, pero la cantidad de dinero inyectada no solo en bonos soberanos, sino en la bolsa de Tokio, es un asunto muy a considerar, tanto para el día que el BoJ diga que la fiesta se ha terminado, si es que algún día llegamos a verlo, como para la próxima gran caída, esta bastante más probable y cercana en el tiempo de ser avistada.