La crisis mundial desde el 2007 ha generado una deuda global sin precedentes. Las políticas monetarias expansivas y, en particular, la del BCE intentando aumentar la inflación en Europa nos han llevado a un crecimiento cada vez más pobre con tipos de interés negativos.
Porque no olvidemos que cuando un banco central cobra por los depósitos provoca este efecto.
Y efectivamente podemos pensar que aun habiendo este enorme exceso de deuda en el mercado, y en especial en Europa, si pensamos que hay alguien que compra lo que se vende, pues la burbuja no existe. Ahora bien, si el endeudamiento de las naciones crece más que los PIB nos debemos preguntar cuándo explotará este mercado. O como dicen muchos economistas, deberemos empezar a valorar, calcular y, sobre todo, controlar los impagos negociados en el futuro. Y es un escenario probable.
Porque lo que estamos viendo es que los Estados absorben no solo el ahorro privado vía impuestos, sino que impiden la inversión en el sector privado y en el sector público, con la intención de pagar su deuda. En estos años de crisis la deuda ha avanzado en 50 billones de euros, un 40% más y en un 17% del PIB. A la cabeza sin lugar a dudas China y los países periféricos europeos. Porque lo que hacemos cuando emitimos deuda es reducir el crecimiento futuro y si este no existe, o por lo menos no tanto como deberíamos para pagar nuestra deuda, llega la quiebra o la reestructuración o como hemos visto en esta crisis, los rescates.
A finales del 2015, M&G realizó una encuesta sobre el apoyo ciudadano a futuros rescates soberanos ante eventuales crisis de deuda y dificultades económicas. La pregunta era: ¿En qué medida apoyaría o se opondría a que su país diera un respaldo económico importante (o condonara toda o parte de la deuda que se le debe) en el caso de que otro país de la UE atravesara grandes dificultades económicas?
La oposición fue enorme exceptuando los dos países encuestados con mayor carga de deuda pública, Italia y España. Tontos no somos. Y esto nos hace pensar que si lo escrito sucediera, que cada palo (estado) aguante su vela (deuda) porque la impresión es que la hermandad europea desaparecerá en un suspiro.
Pero volviendo a los tipos negativos, lo que el BCE ha conseguido con sus acciones es crear una curva totalmente anómala. Es difícil explicar que la curva alemana hasta los 9 años sea negativa, y que la francesa, con crecimientos del PIB trimestral de 0,3%, alcance los tipos por debajo de cero hasta el quinto año. Porque cuando los precios de oferta y demanda se crean de una manera ficticia, de lo que debemos preocuparnos es de cuándo el BCE dejará de comprar, porque en ese momento veremos una vuelta muy brusca de mercado. Lo que pasó en el mes de abril del 2015, donde el bono español a 10 años pasó de 1,36 a 2,40 (en términos de precio un 10% de caída) será una simple anécdota cuando el BCE cierre el grifo.
A partir de ese momento los Estados deberán financiarse a tipos de interés que recojan la correcta prima de riesgo. Porque cuando el BCE deje de ser el comprador, los inversores exigirán a cada país rentabilidades acordes con sus ratios de crecimiento y deuda. Es cierto que todavía falta tiempo para ello, por lo menos hasta marzo del 2017, pero no es menos cierto que el mercado descuenta mucho antes los riesgos venideros.
Gonzalo Ramírez Celaya
Director de Renta Fija y Estructurados