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12/06/2018 AUTOR: Ignacio Perea Análisis & Inversiones

Hombre rico, hombre pobre

Hombre rico, hombre pobre

Al igual que aquella mítica serie de televisión de los 70 nos mostraba los dos lados de la familia Jordache, la manera en la que nos presentan información activa unas percepciones u otras, deriva de los mecanismos que rigen nuestras decisiones.

Así, el contenido calórico de los alimentos aparece como la cantidad de ejercicio necesaria para eliminarlo, o la eficiencia energética del coche se muestra como litros por kilómetro en vez de kilómetros por litro. Al utilizar una u otra referencia, nuestra manera de percibirla es distinta, aunque estemos hablando del mismo concepto.

De igual forma, en el mundo de la planificación financiera, podemos encontrar el concepto de “ilusión de riqueza” centrado en cómo percibimos nuestra capacidad de consumo futuro en el momento de jubilarnos. Este término presupone que, aunque sean financieramente equivalentes, no percibimos psicológicamente igual recibir un capital o una renta mensual.

Para demostrar esta teoría, los profesores Goldstein y Benartzi, de la Universidad de California, diseñaron en 2016 la siguiente prueba. A un grupo de personas se le preguntó si tener un millón de dólares en el momento de la jubilación les parecía adecuado, mientras que a otro grupo se le planteó si recibir 5.000 dólares al mes durante la jubilación les parecía suficiente.

Un porcentaje elevado del primer grupo contestó que les parecía adecuado (ilusión de riqueza), y un número relevante del segundo manifestó que les parecía insuficiente (ilusión de pobreza). Esto es debido a que las cifras grandes nos producen una falsa sensación de seguridad, mientras que con las cifras pequeñas ocurre lo contrario. El riesgo que plantea esta situación es que los primeros gasten más de la cuenta, bajo el influjo de su falsa riqueza, mientras que los segundos ajusten su nivel de vida por debajo del que pueden permitirse.

¿Cómo se puede mitigar este sesgo? Si bien la reacción del público ante el conocimiento de ambas realidades no ha sido empíricamente testada, la economía conductual propone que en webs y apps especializadas se centre primero la atención del usuario sobre sus ingresos mensuales proyectados y, después, sobre la cifra total. La primera es la que, al final, pone nuestra riqueza en perspectiva, ayudándonos a entender el significado de los grandes números. Por eso, en Tressis realizamos una planificación financiera basada en objetivos para nuestros clientes que cumple con esta premisa de la economía conductual.

En cualquier caso, en un mundo donde la autonomía del inversor crece a gran velocidad, entender el papel de la arquitectura de la información sobre nuestras decisiones de jubilación es crucial, para que Falconetti, malo y perverso donde los haya, no nos amargue el final.

 

Ignacio Perea
Director de Inversiones

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