En estos momentos, por más que los fundamentales no son ni mucho menos trágicos, los mercados necesitan algo más que un puñado de buenas intenciones. O al menos así es como se debe interpretar la reacción de ayer, en la que el acuerdo inicial del brexit sabe a poco al tener en cuenta todos las demás frentes abiertos en materia de política.
Que Theresa May y la Unión Europea hayan llegado a un acuerdo, o que el Gobierno haya dado su visto bueno al mismo, no son suficiente para los inversores, conscientes todos de que, ahora más que nunca, hay que actuar con cautela. ¿Y por qué? Pues porque más allá de las hostilidades de diversas partes al acuerdo, la cascada de dimisiones ha dado comienzo esta misma mañana con la del representante británico en las negociaciones con la UE. Ahí es nada.
Con tanto ruido político y sin que sirva de consuelo, los bancos centrales están encontrando un aliado más o menos inesperado en la ralentización económica. En Europa porque queda confirmado con la lectura del PIB del tercer trimestre que la etapa de crecimiento sólido ha muerto. Y en EE.UU. porque la inflación, descontado el impacto de los costes energéticos, se ha «estancado» ligeramente por encima del 2%, con lo que el miedo a la normalización monetaria global se va enfriando y con ello los bruscos movimientos del mercado de bonos.
Buen día.