Esto, que vino naturalmente acompañado de un descenso relativamente potente de la volatilidad, tiene que estar explicado por el buen momento que atraviesa la economía global, fuerte como para obviar los conflictos permanentes con los que la clase política justifica su presencia.
El primero de estos problemas sobrevenidos es el referente al cierre a las estructuras del aparato federal de EE.UU. A pesar de darse las diferencias más profundas en varias décadas, parece que demócratas y republicanos se han dado una oportunidad de negociación de aquí al ocho de febrero, la cual conlleva la reapertura de la administración pública. De momento el coste es bajo y seguro que no son pocos los que prefieren seguir bajo servicios mínimos.
Así como en EE.UU. no parece afectar en exceso la batalla dialéctica, aquí en España sí. Ayer celebrábamos la mejora del rating soberano por parte de Fitch, pero poco nos duró la fiesta, pues el FMI ha rebajado las perspectivas de crecimiento del país por culpa de la crisis catalana. Este factor es la única razón por la que seremos el único de los grandes países que sufre dicho recorte, pues a nivel global hay premio debido a la mejora del entorno.
Si antes hablábamos de Wall Street y el buen momento que atraviesa la bolsa norteamericana, también debemos hacer mención a la siempre volátil plaza de Tokio. Esta madrugada el Nikkei ha alcanzado el nivel más elevado desde 1991, a grandes rasgos cuando comenzó el declive de Japón. Coincidía con el cierre de la reunión de su banco central, que no altera la política ni el mensaje, dejando claro una vez más que aún quedan estímulos en la recámara.
Buen día.