Se ha demostrado la semana pasada que pocas cosas hay más difíciles en mercados que tratar de acertar con el timing cuando los problemas tienen su origen en el oscuro mundo de la política. España e Italia, cada una con sus características propias, sucumbieron a comienzos de semana por el miedo a la inestabilidad. Pero con final feliz (según quién y cómo lo mire): el nombramiento de nuevos jefes de gobierno en ambos países ha traído de vuelta la calma. Ya no caen ni las bolsas ni los bonos ni el euro y encima incluso suben.
EE.UU. sufre a Europa a pesar de que en el fondo tiende a darle igual lo que suceda, comprensible por el hartazgo que podemos llegar a producir. Tiene Trump sus asuntos propios que resolver, como confirmar si definitivamente habrá cumbre con Kim Jong-Un o no; ahora estamos en el sí. Y por supuesto que no nos podemos olvidar de las tensiones comerciales con China, muy vivas aún y estas sí, de alcance mundial.
En el aspecto macroeconómico el viernes se vino a confirmar que EE.UU. es quien manda. Mientras el PMI de manufacturas de todos los países de la zona euro correspondiente a mayo sufría otro retroceso, aunque todavía en niveles lo suficientemente elevados, el equivalente norteamericano escalaba más de un punto y medio. Esto, junto con un incremento de una décima de los salarios y la creación de más de 200.000 puestos de trabajo en mayo, hacen pensar que EE.UU. puede reacelerarse en el corto plazo, eso si no lo ha hecho ya.
En último lugar muy buenas noticias, o rumores al menos, respecto al futuro de la banca europea. Aún sin confirmar, se especula con la posibilidad de que Unicredit y Société Générale se fusionen, con lo que no solo se avanza en la restructuración del sector, sino que también se dan pasos para eliminar ineficiencias y potenciales problemas.
Buen día.