Cuando queda poco más de una semana para la llegada de la Navidad, se va haciendo difícil pensar que se va a producir ninguna clase de rally de final de año por culpa de que el sentimiento de los inversores sigue sin ser todo lo sólido que haría falta, que a la hora de la verdad tampoco es tanto.
El porqué ya nos lo sabemos de memoria y empieza, por ejemplo, con los problemas políticos de Europa. El brexit es en estos momentos el mayor exponente, dado que el tiempo pasa cada día más rápido y May no tiene respaldo en casa y comprensión la justa en Europa, pétrea ante las súplicas de un acuerdo que puede abrir una vía peligrosa en la línea de flotación de la Unión Europea.
Las tensiones comerciales generadas con la intentona de la Administración Trump de recomponer un mundo de «comercio justo» —por cierto, ayer renovadas por el propio presidente— están pasando factura a la economía real de muchos países. Así se entienden los pobres datos macroeconómicos de China, donde el crecimiento de las ventas minoristas cae al mínimo de nada menos que quince años, mientras que la producción industrial lo hace al de tres.
Ante este panorama de menor crecimiento la zona euro no iba a escapar, por lo que el BCE ya ha revisado a la baja una décima el crecimiento del año que viene. Esta es la única novedad destacable de la reunión ayer del banco central, en la que también Draghi confirmó que el programa de compra de activos se termina a medias, pues la reinversión de las amortizaciones va a ser del 100%. Así es como se demuestra con hechos que la política monetaria efectivamente va a seguir siendo acomodaticia por mucho tiempo.
Buen fin de semana.