Que si la reforma fiscal no sale adelante, que si el petróleo pierde en precio, que si conviene tomar beneficios…
Ciertamente ayer tampoco es que hubiera muchos aspectos positivos a los que agarrarse, pero eso es lo que tienen los mercados financieros. Lo peor, aunque con carácter plenamente puntual, la batería de indicadores económicos de EEUU. Lo más destacado es el retroceso del IPC general hasta el 2%, que naturalmente tendrá que encender alguna alarma, tanto en el mercado como en la Reserva Federal. Igualmente sucedió con el regional de manufacturas de Nueva York, cuyo descenso podría atenuarse por los máximos alcanzados en la anterior lectura. Y no muy diferente pasa con las ventas minoristas, cuyo crecimiento es más flojo al sacar las partidas más volátiles.
También el petróleo hizo lo suyo para pintar de rojo la sesión. Ni la demanda va a ser tan fuerte como se esperaba ni los datos macroeconómicos de China plasman el panorama más alentador, pero justo ahora sale que los inventarios estadounidenses de crudo subieron la semana pasada los casi dos millones que se esperaba que descendieran. Así que sumando sumando.
Solo las referencias macroeconómicas europeas aportaron algo de optimismo en el sentido fundamental. La balanza comercial de la zona euro correspondiente a septiembre ha sido revisada al alza, mostrando que el temido efecto nocivo del euro fuerte no ha afectado aún al comercio exterior, claro que puede ser demasiado pronto para afirmarlo sin margen para el error. Y por otro lado otro descenso más del paro en el Reino Unido, peculiar por cuanto el impacto del brexit y la inflación se supone que le pueden restar a la economía británica.
Buen día.