La crisis del petróleo, de la que llevamos semanas hablando, no solo se ha agudizado hasta niveles insospechados, sino que también está sirviendo para que los inversores vuelvan a replantearse sus tesis. Tras el suelo de las bolsas a mediados del mes de marzo, las subidas han sido muy fuertes y, quizá, el optimismo de querer que está situación se solucione se ha impuesto a la razón sobre las verdaderas consecuencias económicas que viviremos. Pero ahí está la cotización de los barriles que, más allá de situaciones dantescas provocadas por la lógica de los futuros, está quitando muchas vendas de los ojos de aquellos muy alcistas.
Así, las bolsas ayer volvieron a perder terreno, mientras que las referencias de deuda se comportaban de manera desigual, pues treasury y bund vieron caídas en sus rentabilidades, los periféricos aumentaron sus primas de riesgo. ¡Sorprendidos, eh! ¡Hacía tiempo que teníamos olvidadas a las primas!
Cómo no, los primeros en reaccionar, entre otras cosas porque son parte de los damnificados, fueron los americanos. A las medidas de apoyo a los productores anunciadas por Donald Trump hace días, ahora se une la intención de aumentar las reservas estratégicas del país. Tendrán que buscar otro pueblo, porque en Cushing ya no cabe ni un alfiler.
Pero no todo son malas noticias, pues la esfera sanitaria de esta crisis, la realmente importante, parece mejorar. Pasito a pasito, alta a alta y día a día, cada vez son menos los que necesitan acudir a los hospitales. Y eso es mucho más importante que el hecho de que podamos comprar un barril de oro negro como mesilla de noche, porque ya sale más económico que ir a Ikea.
Y para finalizar, por si tuviésemos pocas preocupaciones, ahora nos dicen que Kim Jong-un está “no-muy-bien” tras una operación cardiovascular. ¿Tendremos otro foco de atención en una posible sucesión en el país más hermético del mundo?
Buen miércoles.