Los amantes del póker deben estar disfrutando de verdad con el incremento de los órdagos entre EE.UU. y China, con el comercio y la economía global como grandes perdedores. Después de que China viera el último órdago de Trump, ambos de 50.000 millones de dólares, va el presidente de EE.UU. y sube la apuesta hasta nada menos que 200.000 millones más si China no retira la «respuesta».
Lo cierto es que ni al mercado, ni casi a ningún analista que se precie, les hace la menor gracia contemplar cómo la escalada de tensiones comerciales va a más, especialmente por tratarse de un tema que desgasta un poco más cada semana que pasa. Quizás precisamente por eso, por lo cansino que llegue a resultar, acaben los inversores por acostumbrarse casi como si de una crisis política más se tratara. El riesgo es que si de verdad se tuerce, la guerra comercial va a ser un problema que vamos a sufrir todos.
Hablando de crisis políticas, lo de Alemania tiene pinta de ser más serio de lo que pudiera parecer, pues las exigencias para que Merkel no tenga problemas parten de sus aliados bávaros de la CSU. Y mientras, españoles e italianos callados y cediendo el protagonismo a otros. Pero que vamos a volver a ocupar titulares tarde o temprano lo apuesto con quien quiera.
En otra onda algo distinta se viene moviendo el precio del petróleo estos días. La reunión de la OPEP de esta misma semana en Viena puede resultar determinante por cuanto el cártel pueda decidir ocupar el vacío de un Irán nuevamente sancionado o de una Venezuela al borde del colapso. Aunque dicho esto, lo más sorprendente está siendo la poca velocidad con que los frackers norteamericanos están aprovechando el mínimo hueco para volver, claro que las circunstancias (deudas vivas y costes de financiación más altos) han cambiado mucho.
Buen día.