Los inversores están atravesando algo así como una crisis emocional en la que solo pesa lo malo de todo lo que afecta a los mercados.
Aunque el Twitter de Trump diga que puede haber «novedades» pronto. Aunque el propio Trump diga que llegado el caso intervendrá para que el caso Huawei no entorpezca la salida de la crisis comercial. Aunque China anuncie que reduce los aranceles a los automóviles made in USA. Aunque…
¿Los problemas? Pues grosso modo los mismos de siempre. Por ejemplo, el mismo Trump, que amenaza con dejar que cierre la Administración Federal en caso de no tener fondos para la construcción del muro con México. También las dudas sobre qué clase de cuentas pretende presentarle el Gobierno de Italia a la Comisión Europea. O más inminente, la muy probable caída de May ya mismo si prospera la moción de censura de sus propios compañeros de partido, que vista la negativa de la UE a renegociar lo renegociado, han decidido actuar no se sabe muy bien con qué fines.
Ayuda más bien poco que los indicadores de actividad, dentro de la normalidad, eso sí, se deterioran conforme van cumpliendo con el principio de la ciclicidad de la economía. El problema viene cuando dicho empeoramiento viene de la mano de las tensiones comerciales, como le viene pasando a algunos de los países más puramente exportadores, caso de Alemania o Japón. Lo último es que tanto la confianza de los inversores alemanes ZEW como los pedidos de maquinaria nipones han cedido terreno, muy sintomático. Muy diferente al descenso de otra confianza, la de la pequeña empresa norteamericana, que bien es cierto que sigue siendo elevada como para preocuparse.
Buen día.